Los EE.UU. golpeados por una nueva “epidemia” de heroína

La epidemia afecta principalmente a las clases medias y altas, en su mayoría blancas

Desde 2012 un nuevo tipo da epidemia de drogas sacude los Estados Unidos: por primera vez en la historia de "la guerra contra las drogas" en los Estados Unidos, los primeros afectados no se encuentran en los grandes centros urbanos con una alta población negra, sino en las pequeñas ciudades y en las regiones suburbanas, sobre todo en el estado de Nueva Inglaterra con poblaciones predominantemente blancas, de clases medias y altas.

Sólo en el 2012, el estado de New Hampshire reportó 40 muertes relacionadas con sobredosis de heroína, frente a 7 que se presentaba hace tan sólo una década; en 2014, el mismo estado tenía 325 muertes por sobredosis de opioides, lo que significa un incremento del 76%. En 2013, las autoridades sanitarias de Vermont, informaron de un aumento del 40% respecto al año anterior en el número de personas en tratamiento para una adicción a la heroína.


A nivel nacional el número de muertes por consumo de heroína aumentó un 39% entre 2012 y 2013. La tendencia a largo plazo es aún más preocupante, con un número de sobredosis fatales que,  casi se ha multiplicado por cuatro en diez años, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Hoy en día, las sobredosis de heroína y de opioides recetados matan a 44 personas cada día, es decir más que los accidentes de tráfico.


Una de las causas de esta epidemia de heroína está relacionada con el mal uso de los opiáceos de prescripción. De acuerdo con una encuesta reciente, tres de cada cuatro consumidores de heroína comenzaron con medicamentos opiáceos, recetados como analgésicos. Hoy, sin embargo, estos usuarios están recurriendo a la heroína, ya que es más barata,  más fácil de obtener (en la actualidad, los médicos son cada vez más reacios a prescribir estos fármacos). Además debido a cambios físicos en estos mismos medicamentos son más difíciles de procesar en polvo para inhalar.

Los traficantes de drogas se han apresurado en inundar de heroína el estado de Nueva Inglaterra, para ellos un "nuevo mercado", particularmente jugoso, donde las fuerzas policiales están menos presentes, y los clientes están dispuestos a pagar hasta 30 dólares por una bolsa de polvo blanco que en Nueva York cambia de manos por apenas 6 dólares. Este mercado está en pleno crecimiento debido a que es un producto barato (a 30 dólares la bolsa, es todavía la mitad del coste de un opioide de prescripción) y de excelente calidad que multiplica el número de sobredosis y adictos.

Una epidemia de "blancos"

La "guerra contra las drogas" americana no ha cesado, sólo ha cambiado su cara. Cuando el crack comenzó a invadir los Estados Unidos a partir de 1984, la epidemia concernía en su mayoría a zonas urbanas pobres, con poblaciones predominantemente negras. Las respuestas de las autoridades se basaron en aquel momento en la política de "tolerancia cero", marcada por sentencias penales especialmente duras para cualquier delito relacionados con esta droga, incluso aquellos delitos sin violencia.

Sin embargo, aunque el presente consumo de heroína ha aumentado en todos los grupos demográficos, la verdadera epidemia de heroína afecta principalmente a los blancos. Entre los que consumen heroína por primera vez, el 90% son blancos. Además, la adicción a la heroína afecta principalmente a las clases medias y altas, sobre todo en los estados de Nueva Inglaterra, y no a las clases más desfavorecidas.

Este nuevo perfil demográfico ha tenido una consecuencia positiva. Siendo los padres y familiares de los usuarios de drogas (y de las víctimas de sobredosis) mucho más comprometidos y en mejor posición -para cuestionar el senador de la región,  para exigir que las compañías de seguros rindan cuentas, para formar asociaciones y lanzar campañas de influencia política y lobby –  han logrado cambiar la forma en que las autoridades responden a la epidemia. En resumen: menos castigo y más comprensión.

Poner fin a la política de encarcelamiento

Aunque podemos estar contentos al constatar que las autoridades estadounidenses abandonan gradualmente la política de "tolerancia cero", nadie puede obviar la idea de que existe un doble rasero en la respuesta por parte las autoridades que depende de si uno es negro y pobre o  blanco y de clase media o alta.  


Es cierto que los tiempos han cambiado. Y los políticos estadounidenses, así como la policía y el poder judicial, están empezando a darse cuenta de que el problema de las drogas no se resolverá con más penas de prisión, sino con más prevención y tratamiento. Sin embargo, estas políticas compasivas y comprensivas aplicadas a favor de consumidores de heroína blancos en el norte,  también deberían serlo para los consumidores de crack, negros o hispanos de todo el país.


Probabilidad de encarcelamiento durante la vida en los EE.UU.

Desde los años 80, el número de personas detenidas por delitos relacionados con las drogas se ha multiplicado por trece – y la mayoría de estas personas son sólo pequeños vendedores, sin antecedentes de violencia.

Prisión de estado en Utah (USA)
Peor aún,  en 1986 y 1988 se introdujeron sentencias mínimas obligatorias y extremadamente severas, aplicables sólo al crack, incluso para delitos menores. Los autores de delitos relacionados con otras drogas escapan de estas sentencias mínimas – como los usuarios de heroína – e incluso los consumidores de cocaína en polvo, aunque el crack y la cocaína son dos sustancias farmacológicamente idénticas! Estas penas de prisión excesivamente severas no sólo destrozan la vida de los afectados, sino también las de sus familias y de comunidades enteras!

Ahora que queda menos tiempo para la UNGASS 2016 – el período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de la ONU sobre la cuestión de las drogas –, es hora de que los Estados Unidos muestren ejemplo, mediante la ampliación de esta política basada en el tratamiento y la prevención, en lugar de castigo, en todo el país y para todas las drogas! Con este primer paso, el mundo estará más cerca de una necesaria reforma del marco general de las convenciones sobre drogas, para que ya no se basen en el enfoque de prohibición y criminalización, sino en el de salud pública y derechos humanos.