Los programas de prevención deben ser dinámicos, flexibles y adaptados a las realidades actuales de la juventud
Autor: Antonio Jesús Molina- Fernández (Departamento de Psicología Social, del Trabajo y Diferencial; Universidad Complutense de Madrid/UCM).
E-mail: antmolin@ucm.es
“Son muchos los jóvenes que experimentan con drogas, pero solo una minoría desarolla dependencia durante los primeros años de la etapa adulta. Los más vulnerables a la drogodependencia son los jóvenes socialmente desfavorecidos y aquellos con familiares y homólogos que consumen drogas. Los factores individuales, como un mal control de los impulsos, también incrementan la vulnerabilidad, así como el consumo de sustancias en una edad temprana.
Los jóvenes vulnerables que desarrollan drogodependencia suelen referir ansiedad y trastornos depresivos; síntomas y trastornos psicóticos; ideas suicidas e intentos de suicidio; infecciones que se transmiten por la sangre; e incapacidad para completar su educación y mantener un empleo estable. No siempre queda claro en qué medida son estos problemas los que aumentan el riesgo de drogodependencia, o si es la drogodependencia la que causa estos problemas”. (Respuestas sanitarias y sociales a los problemas relacionados con las drogas, EMCDDA, 2017).
Consumo recreacional y consumo problemático
Cuando hablamos de los problemas de los jóvenes y las conductas adictiva, se tiene que diferenciar entre el consumo recreacional y el consumo problemático (Hall, 2014). En el caso del consumo problemático, hablamos de problemas tan complejos como el uso intensivo de alcohol y/o drogas (especialmente el consumo intensivo de alcohol y/o cannabis, sobre todo en “binge use/binge drinking”) de los adolescentes (Stockings, Hall, Lynskey, Morley, Reavley, Strang, Patton & Degenhardt, 2016), la aparición temprana de pro-blemas psicológicos y psiquiátricos (y sus predictores), los actuales modelos familiares y su repercusión en la prevención de las adicciones. Como acciones prioritarias, el Observatorio Europeo de las Drogas y Toxicomanías propone las siguientes (EMCDDA, 2010; 2017):
- Intervenciones preventivas, indicadas y selectivas, orientadas a intervenir de forma temprana con el fin de evitar que los jóvenes vulnerables se inicien en el consumo de drogas y lleguen a un consumo habitual problemático.
- Cuestionarios breves de cribado para detectar los problemas de consumo de drogas ilegales en adolescentes en entornos de atención primaria pueden resultar útiles.
- Enfoques de salud electrónica para el cribado y las intervenciones breves, que parecen medios prometedores de llegar a los jóvenes vulnerables que están familiarizados con los teléfonos móviles e internet y se muestran reacios a acudir a los servicios sanitarios.
- Servicios de tratamiento para los jóvenes que han desarrollado problemas de drogodependencia graves, que necesitan enfoques de tratamiento adecuados, por ejemplo, terapia familiar multidimensional.
Factores estructurales de vulnerabilidad
En el desarrollo, tanto de los/as menores como de sus familias, inciden factores estructurales, relacionales e individuales, que generan un amplio abanico de situaciones en las que surgen dificultades, vulnerabilidades que es necesario atender. En la mayoría de los casos en los que existe un problema con el consumo por parte de un menor, se han detectado problemas de comunicación y convivencia, y dificultad para asumir normas y límites en el ámbito familiar.
Habitualmente, se utiliza el Modelo General Subyacente o Teoría de los factores de riesgo y protección, especialmente la Teoría de la conducta-problema (Jessor y Jessor, 1977). Esta teoría está basada en la Teoría de los factores de riesgo y protección y hace referencia a que el uso experimental de drogas se produce en el período de la adolescencia; provocando la funcionalidad de expresar rechazo a las normas convencionales, reforzar la integración en el grupo de iguales, etc.
Prevenir las conductas desadaptadas de manera global
El objetivo que se persigue para trabajar con esta teoría sería prevenir las conductas desadaptadas de ma-nera global; haciéndoles conscientes de que es un error pensar que los beneficios de las drogas son mayores que los riesgos derivados de su consumo. Se basa esta teoría en que una conducta de riesgo no se suele producir de forma aislada; sino que va relacionada con otras como uso experimental de drogas, conducta sexual de riesgo, absentismo escolar, rebelión, etc. Son más propensos a otras conductas de riesgo (delincuencia, conductas sexuales de riesgo…) que los que no consumen.
No se trata de programas terapéuticos como los tradicionales para adultos, sino que son programas de tipo educativo-terapéutico, para el adolescente y su familia, cuyos objetivos son:
- Dotar a los adolescentes de recursos necesarios para potenciar sus factores de protección en las situaciones de riesgo; y
- Favorecer los cambios necesarios en la familia para asumir las necesidades de los adolescentes y fomentar su desarrollo integral (valores, sentimientos, actitudes, comportamientos…).
- Actuar sobre un elevado porcentaje de comportamientos del tipo compulsivo/descontrolado, en un patrón de comportamiento muy basado en desorden conductual y recompensas a corto plazo. El problema puede no estar en las redes sociales ni en los teléfonos, sino en los motivos, la forma y las consecuencias que tiene para las personas que los utilizan.
- Analizar y minimizar los factores de riesgo, especialmente en los de control horario, control comportamental, realización de tareas y videojuegos.
Enfocar en las conductas de riesgo y no solo en los problemas adictivos
Se trata de elaborar acciones específicas donde se trabaja de manera particular con un grupo de adolescentes con consumos de drogas (u otros problemas adictivos) y/o sus familias. Se evidencia la necesidad de diseñar e implementar acciones específicas para jóvenes que presentan problemas con las conductas adictivas y otras conductas de riesgo asociadas.
Se debería hablar de conductas de riesgo y no solo de conductas adictivas, ya que se ha indicado la variedad de comportamientos problemáticos en los jóvenes, no únicamente los relacionados con las sustancias (tecnologías, conductas sexuales de riesgo, violencia y transgresión de normas, etc.). De esa manera, en estos programas no se trabaja en exclusiva sobre el comportamiento adictivo, sino que se analizan y resuelven las causas y consecuencias que dichos problemas han tenido sobre el adolescente y su contexto cercano: agresividad, falta de comunicación, fracaso escolar, hábitos de comportamiento y convivencia. Es por ello que la participación de todo el núcleo familiar es fundamental para el desarrollo de las actividades y objetivos.
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«Juntas, Crecemos», las familias como agentes de salud
Los programas de prevención deberían ser dinámicos, flexibles, adaptables a las realidades actuales y eva- luables de manera continuada para incluir las propuestas de mejora necesarias. De esta manera nace el programa Juntas Crecemos, para entrenar a las familias como agentes de salud en la prevención de adicciones y otras conductas de riesgo, un proyecto piloto que va a ser evaluado desde el diseño hasta la implementación. La inclusión de propuestas y actualizaciones revisables y evaluables en centros y programas de prevención e intervención temprana para menores incrementa la eficacia de dichos programas, además de hacerlos más cercanos a los intereses y expectativas de los agentes implicados.
Acerca del autor
Antonio J. Molina Fernández, doctor en Psicología y máster en problemas sociales. Profesor de la Universidad Complutense de Madrid, de la Universidad de Salamanca y de la UNED. Psicólogo general sanitario, ha sido director de centro y coordinador de programas de intervención clínica, sobre todo con personas con problemas de adicciones y menores con trastornos de conducta. Experto en evaluación de proyectos nacionales e internacionales.