La MGF es un problema sanitario, social y económico que debe abordarse mediante intervenciones sobre el terreno y soluciones tecnológicas
Resumen ejecutivo
En una época en la que la tecnología determina gran parte del comportamiento humano, ¿por qué, en pleno siglo XXI, seguimos luchando contra la escisión/mutilación genital femenina (MGF), una práctica ancestral consistente en alterar o dañar intencionadamente los genitales femeninos por motivos no médicos? Millones de niñas son así mutiladas y privadas de su pleno potencial vital.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que 230 millones de mujeres en todo el mundo[1] han sufrido MGF[1]. Las consecuencias sanitarias de esta mutilación son numerosas y causan importantes daños físicos y psicológicos, como infecciones, hemorragias, fístulas, complicaciones durante el parto, esterilidad y muerte. Es un factor importante en el matrimonio infantil y la principal causa de abandono escolar de las niñas, lo que limita sus posibilidades de ver mejorada su situación socioeconómica. Las secuelas de la mutilación genital femenina se dejan sentir durante toda la vida, provocando no sólo dolencias físicas, sino también una pobreza crónica e irreversible. Y aunque estas prácticas son ilegales en la mayoría de los países, es difícil hacer cumplir la ley, ya que la mayoría de las veces se llevan a cabo en la sombra y en secreto. Se trata de un crimen silencioso, protegido por tabúes que impiden a cualquiera denunciarlo o hablar de ello, mientras que las niñas son rechazadas, humilladas y consideradas parias cuando comparten su sufrimiento.
Si estas prácticas persisten es, sobre todo, porque el problema no se documenta sistemáticamente: por tanto, hay pocos datos con los que elaborar estrategias de prevención. Aunque las tasas per cápita de mutilación genital femenina han disminuido en algunas partes del mundo, el número absoluto de mujeres y niñas sometidas a este ritual ha aumentado drásticamente debido a la explosión demográfica.
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Last Mile4D es una organización sin ánimo de lucro con sede en Washington, DC, que diseña y ejecuta programas de educación y formación centrados en la salud y la seguridad de las mujeres y niñas que viven en las zonas más remotas y desatendidas del mundo en desarrollo, conocidas como las comunidades de la «última milla» (last mile).
El problema
La MGF afecta a tres millones de niñas al año y constituye una violación de los derechos humanos, causando daños físicos y emocionales a corto y largo plazo. La práctica es también la causa de la desigualdad económica sistémica, las diferencias de género en la educación y el matrimonio precoz. Todas estas dinámicas provocan daños físicos y psicológicos, perpetúan un ciclo de pobreza y contribuyen a encadenar a las niñas a trabajos agrícolas y domésticos no remunerados.
La falta de datos utilizables sobre la mutilación genital femenina agrava el problema y hace ilusoria la prevención. El problema se hace evidente cuando examinamos las investigaciones realizadas por las distintas agencias de la ONU (como UNICEF, ONU Mujeres, UNFPA), así como los datos de la OMS sobre las prácticas específicas de cada país en la materia.
Estos datos son estáticos y no permiten desarrollar y aplicar estrategias de prevención en tiempo real. Las soluciones propuestas son débiles, ya que se basan en estrategias compartimentadas que no abordan los principales motores del problema. Se hace hincapié en la sensibilización sobre estas prácticas, sin hacer oír la voz de las niñas. Estas soluciones no están orientadas a la acción y no implican a las comunidades en su conjunto.
Carecen de una estrategia integrada de recogida de datos y no incluyen la formación de las comunidades y las partes interesadas. Por último, no implican a las autoridades policiales responsables de hacer cumplir las leyes vigentes contra la MGF. Nos queda poco tiempo para alcanzar el objetivo 5.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, que pretende específicamente erradicar la mutilación genital femenina para 2030.
Solución
Mientras la comunidad mundial avanza hacia la igualdad de género y la creación de un ecosistema feminista, ¿cómo damos prioridad a la erradicación de la MGF? La experiencia demuestra que es esencial abordar todos los factores económicos, sociales y culturales que impulsan una práctica que vulnera los derechos de las niñas. Lo que sostiene la práctica es un entramado de tradición, cultura y religión, que la hace impermeable a las estrategias basadas en la aplicación de la ley y los tratados internacionales.
Los tratados internacionales y la adopción de leyes que prohíban esta práctica son esenciales, pero no suficientes. Sobre el terreno, diversos programas comunitarios toman el relevo de los tratados y las leyes. Estos programas han demostrado su eficacia cuando se miden con los datos disponibles y los resultados obtenidos, por lo que debe darse prioridad a su ampliación. El informe «Effectiveness of Interventions Designed to Prevent or Respond to Female Genital Mutilation» (Eficacia de las intervenciones diseñadas para prevenir o responder a la mutilación genital femenina, 2021) destaca que en la última década, a pesar de un intenso esfuerzo mundial de investigación para identificar las mejores prácticas en la lucha contra la MGF, esto no se ha traducido en una aplicación generalizada de las mismas. Esto se debe en gran medida al uso limitado de las pruebas y los datos existentes para mejorar la implementación de los programas y políticas (Ashford, Naik y Greenbaum, 2020) [2].
Es necesario dedicar recursos para ampliar los programas que utilizan estas buenas prácticas. Una de las buenas prácticas que hay que reforzar requiere ir más allá del simple uso de datos para mirar hacia atrás con fines de diagnóstico. Tenemos que ir más allá y garantizar que los datos en tiempo real sean utilizables y que desencadenen las intervenciones adecuadas. Tenemos que utilizar la tecnología para pasar del diagnóstico a los datos procesables. Existen métodos de integración de datos que permiten a los y las trabajadores comunitarios identificar a las niñas que corren un riesgo específico, a las que han recibido formación sobre cómo mantenerse a salvo y a las que hay que rescatar mediante una intervención inmediata.
Un programa piloto financiado por Grand Challenges Canada en Kuria (Kenia) ha demostrado la eficacia del uso de datos basados en pruebas para la intervención. Last Mile4D puso en marcha su sistema de alerta temprana V4D, que utiliza tecnología alimentada por energía solar y una plataforma en línea en un enfoque triple que comprende los siguientes elementos: (1) educación: utilizando módulos educativos cuidadosamente diseñados para formar y motivar a las comunidades destinatarias a erradicar la MGF, (2) seguimiento: llevando a cabo un seguimiento periódico y en tiempo real del nivel de riesgo al que se enfrentan las niñas, (3) intervención de crisis: estableciendo una línea telefónica de ayuda, puntos de contacto con las fuerzas de seguridad y, en caso necesario, un alojamiento seguro para las niñas que corren un riesgo inminente de ser mutiladas.
Desde 2019, Last Mile4D ha supervisado a 5.000 niñas, ha implicado a 11.000 miembros de la comunidad y ha alojado a más de 200 niñas a través de este triple enfoque. El programa se puso a prueba en 10 escuelas, y el personal supervisó a 1.096 niñas de entre 9 y 17 años inscritas en el programa durante más de 18 meses.
De las niñas, el 9% ya habían sido mutiladas y el 60% dijeron que corrían el riesgo de serlo. Esta estadística conmocionó a las principales partes interesadas debido a la naturaleza oculta de estas prácticas, pero la conmoción también impulsó la acción. Utilizando estos datos como motor, Last Mile4D sensibilizó a padres, funcionarios y líderes mediante una serie de vídeos y reuniones comunitarias. El 34% de los padres de las niñas del programa fueron informados sobre la MGF y el 71% de las madres. Al final del programa, el 96% de los padres y madres firmó una declaración comprometiéndose a no mutilar a sus hijas y el 92% aceptó abogar por la erradicación de la MGF.
Gracias al seguimiento de las niñas en el programa y a la protección que se les proporcionó, comprobamos que su nivel de confianza a la hora de hablar de la MGF había aumentado del 46% al 99% al final del programa. Además, el porcentaje de niñas que sabían qué hacer si corrían riesgo de mutilación aumentó del 53% al 98%. A lo largo del proyecto piloto, ninguna de las niñas no sometidas antes a la mutilación experimentó la MGF. Por último, el programa animó a las niñas a plantar un árbol como señal de éxito y rito de iniciación alternativo. En total, se han plantado más de 2.500 árboles, que simbolizan el número de niñas a las que se ha evitado el horror de la mutilación genital femenina.
Los resultados iniciales de este programa piloto en Kenia demuestran que puede ampliarse en el futuro. Mediante el uso de datos en tiempo real, la participación de las comunidades, el cambio de sus normas y la implicación de las fuerzas del orden, Last Mile4D ha abordado la mutilación genital femenina en múltiples frentes.
Diversos estudios ponen de relieve que los padres y madres a menudo preferirían detener la MGF, pero son reacios a someter a sus hijas al estigma social si no lo hacen. Los índices de éxito del programa Last Mile4D demuestran que si se ataja el factor del estigma, hay demanda para acabar con estas prácticas. Los prometedores resultados del proyecto demuestran que es necesario ampliar y reproducir este tipo de programas de participación comunitaria con seguimiento en tiempo real.
Conclusión
La MGF es un problema sanitario, social y económico, por lo que las intervenciones sobre el terreno y las soluciones tecnológicas deben abordar estas prácticas desde los tres ángulos. La tecnología puede utilizarse para recopilar datos procesables en tiempo real, que luego pueden emplearse para movilizar recursos comunitarios y policiales para rescatar a las niñas afectadas. Cuantas más niñas se rescaten de este modo, más personas verán los beneficios de esta intervención, y más personas estarán a favor de cambiar las normas sociales, culturales y económicas que contribuyen a perpetuar esta práctica. Programas como el puesto en marcha por Last Mile4D pueden poner fin a esta práctica horrorosa y romper el ciclo que mantiene a mujeres y niñas en una situación de dependencia económica y social. Si estos proyectos se desarrollan lo suficiente, aún tenemos muchas posibilidades de alcanzar la meta del objetivo 5 de los ODS: erradicar la MGF.
[1] https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/female-genital-mutilation
[2] https://www.unicef.org/documents/effectiveness-interventions-designed-prevent-or-respond-female-genital-mutilation