YourVoice+Para una igualdad de género real

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Gisela Hansen, psicóloga clínica, habla de la iniciativa YourVoice+ lanzada por Dianova para evidenciar las barreras que impiden a las mujeres para acceder a la igualdad

igualdad de género

«A temprana edad tú ya tienes muy claro que es lo que se espera de ti siendo niña o niño, y que es lo que sucede si transgredes la norma establecida: la penalización social». Gisela Hansen

Gisela Hansen, Psicóloga de formación clínica, trabaja en el área de género y drogodependencias de Dianova en España. Además, es investigadora en el grupo PSICOCLISA de la Universidad Autónoma de Barcelona en referencia a la perspectiva de género en el tratamiento de adicciones del tercer sector social.

¿Cuál es el objetivo de YourVoice+?

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible tiene una visión en materia de igualdad de género: una visión de un mundo «en el que todas las mujeres y las niñas disfrutan de la plena igualdad de género y se han eliminado todas las barreras legales, sociales y económicas para su empoderamiento».

El objetivo de la campaña internacional YourVoice+ (tu voz suma) ha sido crear un espacio de expresión, a través de las redes sociales, para dar visibilidad a las opiniones, tanto de personas como de instituciones y empresas, sobre las barreras que impiden a las mujeres para acceder a la educación, la igualdad salarial y a mejores oportunidades de empleo y capacitación, con el fin de poner de manifiesto la necesidad de avanzar hacia el logro de la Visón de la Agenda 2030 para una igualdad de género real.

Mujeres que lideran empresas españolas como Megan Kenna Secretaria General de  Professional Women’s Network PWN Barcelona, Laura Fernandez CEO & Co-fundadora  allWomen.tech, Emily Holgate Fundadora Utterly Events & Smiling Barracuda, Maria Arribas  getHERtalent han participado en la campaña ofreciendo sus opiniones acerca de las principales barreras que han encontrado para lograr la igualdad de oportunidades en el lugar de trabajo y un liderazgo de género equilibrado.

También han participado en la difusión de la campaña instituciones españolas como la Red de empresas con distintivo “Igualdad en la Empresa” (Red DIE) y portuguesas como la Rede Nacional de Responsabilidade Social das Organizações  y el Fórum Organizações para a Igualdade.

¿Qué proponéis desde Dianova para luchar contra esta situación?

El empoderamiento de las mujeres es una premisa del desarrollo integral y sostenible de las naciones. Las mujeres y las niñas constituyen la mitad de la población mundial y su acceso a una educación de calidad así como su participación en el mundo laboral están estrechamente asociados al desarrollo económico, social y cultural. Leer el posicionamiento completo

Desde el año 2014 Dianova viene participando en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW por su sigla en inglés) de ONU Mujeres mediante la organización de eventos paralelos y la presentación de declaraciones escritas ante el Consejo económico y Social de Naciones Unidas sobre temas tan relevantes como el “empoderamiento de mujeres y niñas rurales” , “la violencia de género”, “la autonomización de las mujeres”, “la feminización de la pobreza”, “Mujeres y adicciones en relación al desarrollo”, “el empoderamiento de las mujeres y niñas a través de la educación” y “empoderamiento económico de las mujeres” entre otros.

Este trabajo de incidencia ha recordado a los tomadores de decisiones que es necesario que se cumplan las leyes en materia de igualdad de género y nos ha permitido crear alianzas con el sector público y privado para involucrar a mujeres y niñas en programas educativos que puedan proporcionar un camino hacia su empoderamiento.

Los programas y proyectos que desarrollan los miembros de la Red Dianova también ponen de relieve la necesidad de actuar para favorecer la autonomización de las mujeres a todos los niveles.  Por ejemplo, la iniciativa de “Prevención de la Violencia Escolar” implementado por Dianova Chile en colaboración con el Ministerio del Interior, busca mejorar la convivencia en las escuelas;  el proyecto “Redes de salud y bienestar para adolescentes, jóvenes y sus familias” desarrollado por Dianova Nicaragua con un apoyo financiero de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) tiene, entre otros objetivos, el de reducir el embarazo en adolescentes; en Togo, la Asociación de Jóvenes Comprometidos por la Acción Humanitaria (AJEAH por su sigla en francés) está desarrollando un programa de sensibilización para promover la lucha contra la explotación sexual de los niños/as; y por fin la asociación Mujeres Activas para la Protección del Medio Ambiente (FAPE por su sigla en francés) en la República Democrática del Congo, desarrolla un proyecto destinado a reducir el número de matrimonios precoces y dar soporte a las mujeres para conseguir su autonomía económica.

En España, donde Dianova trabaja en el ámbito de la Acción Social, publicamos semestralmente la revista INFONOVA dedicada a adicciones, con difusión nacional e internacional. Acaba de salir el número 35 dedicado a “Género y adicciones” donde se proporciona información desde diferentes ámbitos para comprender mejor la relación entre estos dos conceptos, y contribuir a la educación en valores de género necesaria dentro de la atención sanitaria y social.

¿Cuáles son las barreras principales que impiden esta igualdad?

Las barreras de género son aquellas limitaciones, dificultades o impedimentos que las mujeres perciben y/o poseen ante su proceso de toma de decisiones vocacionales, el acceso al empleo, el mantenimiento o la promoción.

Existen diversos tipos y todas ellas interactúan dificultando la igualdad real de las mujeres en el ámbito laboral y educativo. Por mencionar alguna clasificación, podemos hablar de barreras conductuales; es decir todas aquellas conductas que perpetúan los roles tradicionales fruto de los procesos de socialización en un sistema patriarcal, las barreras relacionadas con la construcción social del género que sería la exigencia de múltiples funciones y tareas asignadas en función del género, difíciles (muy difíciles) de compaginar que limitan los usos del tiempo de las mujeres; las barreras sociales y culturales que responden a las actitudes negativas y bajas expectativas sobre las mujeres en los negocios y en ciertas áreas profesionales en concreto, el supuesto de que deben cumplir con otras funciones a nivel reproductivo más que productivo, las restricciones de acceso a determinados sectores laborales, la falta de apoyo familiar e incluso la responsabilidad de personas a cargo.

Por otra parte, cabe destacar las barreras educativas, a nivel mundial sigue existiendo mayor índice de analfabetismo femenino, la educación en valores patriarcales que transmite el mensaje constante (y perverso) a las niñas que son ellas las que tienen una tendencia natural hacia las tareas de cuidados que a su vez son las tareas menos valoradas y una orientación laboral sesgada por razón de género (como en el caso de las STEM y las ocupaciones relacionadas con el ámbito de los cuidados).

Todo lo comentado anteriormente combinado con que existen menores oportunidades laborales para el desarrollo de la trayectoria profesional de las mujeres, el fenómeno de la segregación vertical y horizontal, como el techo de cristal resultan en el panorama actual.

La gestión del tiempo es discriminatoria también, la mujer continúa asumiendo la doble jornada de trabajo como solución a la logística familiar. La disyuntiva trabajo-hogar termina por generar altos niveles de estrés y carga mental con directas consecuencias en la salud física y mental de las mujeres. Uno de los colectivos más numerosos, en riesgo de exclusión, es el de las mujeres de edad adulta en relación con el empleo.

La edad es considerada una barrera para el desarrollo profesional, concretamente, de cara a la de inserción o reinserción laboral, y esta dificultad se acentúa cuando se trata de una mujer. La excesiva asignación de tareas y responsabilidades familiares a este grupo, unida a la insuficiencia de servicios sociales, multiplica la desigualdad frente al colectivo adulto masculino (Magdalena Suárez, 2004).

También hay que destacar el abandono temporal o definitivo de las profesiones para dedicarse exclusivamente al hogar y a la maternidad, cuestión que contribuye a tener menores recursos económicos, mayor dependencia en este aspecto lo que limita las decisiones personales en ciertos escenarios, por no hablar del derecho o no a pensiones ínfimas.

La feminización de la pobreza es otro de los rasgos que caracteriza y determina la realidad de nuestros días. Partiendo de las condiciones de precariedad laboral femenina, la temporalidad, mayores índices de desempleo, la brecha económica en cuanto a los salarios y la discriminación en la ocupación de puestos de responsabilidad recordemos que la pobreza tiene cara de mujer.

Estereotipos de género

Los modelos de masculinidad y feminidad se hacen visibles desde edades muy tempranas, tanto en el ámbito familiar como educativo, incidiendo en la construcción de barreras de género

¿Cómo consideráis que se está tratando el género en el sistema educativo?

En el proceso de socialización de niñas y niños se asimilan las pautas culturales de la sociedad de contexto, se conforma la identidad de género y se asumen los valores, normas y comportamientos que responden a las características femeninas y masculinas marcadas por los patrones culturales.

Es decir, que a temprana edad tú ya tienes muy claro que es lo que se espera de ti siendo niña o niño, y que es lo que sucede si transgredes la norma establecida: la penalización social. También es verdad que no es lo mismo transgredir en ambas direcciones, si una niña juega al futbol es fuerte o se disfraza de Spiderman puede hacer gracia, aunque se la catalogará también de atípica. En cambio, sí es el niño es el que juega con muñecas y se disfraza de Elsa de Frozen ¿será igual de divertido a ojos de sus allegados? En el caso del niño es bajar un escalón a nivel social o una pérdida de privilegios.

Los modelos de masculinidad y feminidad se hacen visibles desde edades muy tempranas, desde parvulario, tanto en el ámbito familiar como educativo, incidiendo en la construcción de barreras de género que posteriormente afectarán al desarrollo personal y profesional de las niñas y mujeres. Estos modelos son rígidos, encorsetados y tienen un impacto negativo tanto en niñas como en niños, a ellas se les atribuye naturalmente el talento a la función de los cuidados, la ternura y la emocionalidad, en cambio a ellos se les atribuye la determinación, la lógica y el guardar las emociones o al menos no verbalizar demasiado lo que sientes. Ambos estereotipos de género son tóxicos, lo que pasa es que el que se atribuye al masculino genera en determinado punto violencia y mantiene sus privilegios oprimiendo a las mujeres.

La familia es el primer entorno donde se hace patente la diferenciación genérica y se reflejan expectativas diferenciadas en torno a la figura masculina y femenina. Igualmente, la escuela actúa como elemento fundamental en la creación de la identidad de género que anima a la pervivencia de los roles tradicionales. Es una fuente de transmisión de patrones culturales que mantienen la permanencia de las diferencias sociales de niños y niñas, un contexto en el que se les anima a cumplir con sus respectivos roles y a no defraudar las expectativas sociales.

Gracias al auge del movimiento feminista, que pone sobre la mesa las bases para construir una sociedad más igualitaria, cuestiones de género suenan por los pasillos de las instituciones y los centros educativos, aunque todavía queda mucho por hacer en cuestiones del día a día, como por ejemplo: Educar en nuevas masculinidades a los niños, hacerles ver que otro modelo de hombre que se relaciona desde la emocionalidad y es responsable de los cuidados es posible (y más sano), empoderar a las niñas a participar en la toma de decisiones, a poder identificarse con la fortaleza y características atribuidas típicamente a ellos y que eso no está mal, incluir el lenguaje no sexista desde el quehacer diario hasta los materiales que se diseñan y dejar de lado la idea que el neutro masculino no tiene efecto dado que invisibiliza a la mitad de la población. Por otra parte, hay que pasar los contenidos de las clases por el filtro de las “gafas violetas” y ver si se está contribuyendo a perpetuar roles sexistas.

El sistema educativo está en una fase muy incipiente en cuanto a la igualdad de género, faltan contenidos curriculares significativos para generar consciencia de género, espíritu crítico y producir cambios sustanciales. Es necesaria la formación en perspectiva de género del cuerpo docente, pero una formación vivencial que nos permita revisar de verdad nuestra actitud y como poder colaborar al cambio desde nuestro oficio. En el sistema educativo se pone el foco en el tema de la violencia de género, aquello que genera mayor alarma social, pero se nos escapa que en los libros de texto no hay referentes femeninos o son un porcentaje ínfimo, que en los actos de final de curso diferenciamos los disfraces de niña y niño como los personajes que encarnan, como el fútbol copa el 90% del espacio de los patios de recreo y el resto queda relegado a las nenas o a los nenes que no entran en ese patrón y un larguísimo etc.

Cada vez hay más mujeres que alcanzan puestos directos, sin embargo, el techo de cristal sigue existiendo, ¿cómo se puede evitar?

Existe una relación directa entre el techo de cristal y el desarrollo de ciertas fases vitales en la vida de las mujeres, como es el caso de la maternidad. El sistema patriarcal sobrevive ya que, aunque socialmente se acepta que la mujer desarrolle un trabajo remunerado, parece que su proyecto vital debe incluir la maternidad y/o el matrimonio y que llegados al punto donde han llegado las criaturas quien se queda en casa a criar es la madre.

En caso contrario, ciertos estereotipos de género actúan negativamente haciendo entender que no logró cumplir con éxito el rol de mujer, esposa y madre que la sociedad le asigna, o bien aflorará el sentimiento de culpa al restar tiempo a su familia en favor de su trabajo. Eres criticada si no tienes descendencia por que se “te pasa el arroz” o por si “eliges” quedarte en casa a cuidar a la familia porque “eres poco ambiciosa”. Parece ser que la toma de decisiones de las mujeres es susceptible a críticas de todas las áreas.

El tema de “elegir” cuidar a la familia lo entrecomillamos ya que es una encerrona disfrazada de elección. Los breves permisos de maternidad, la brecha salarial, las pobres políticas de conciliación real y la presión social de la responsabilidad de los cuidados que recae en las mujeres, produce que haya fenómenos como que el 90% de las excedencias y las reducciones de jornadas las soliciten las mujeres, con el impacto que en la vida laboral esto conlleva.

Para romper el techo de cristal es necesaria la implicación de todas las partes. Hay que impulsar medidas de conciliación real para que la maternidad deje de ser un motivo de estancamiento en la carrera profesional o incluso renuncia como:  impulsar las cuotas en las juntas directivas y puestos de toma de decisiones, permisos de maternidad y paternidad justos que permitan la corresponsabilidad en la crianza poniendo en el centro las necesidades de la criatura, flexibilizar las jornadas laborales quitando el tiempo improductivo, incentivar a diversidad de género en las empresas, y educar en el cambio de roles tradicionales.

¿Dónde está la clave para lograr una verdadera igualdad en términos de educación? ¿En quién recae esta responsabilidad?

Los expertos y expertas consideran que las medidas que deben revertir el problema tienen que ver, principalmente con la educación en valores responsabilizando no solo a la familia, y las instituciones educativas, sino que también a empresas y el Estado. Por lo cual, empieza en la familia que es donde se realiza el aprendizaje vicario, aquello que se aprende por observación. Si la familia desea transmitir estos valores en igualdad, la configuración del día a día y la cotidianeidad ha de predicar con el ejemplo como sería la repartición de manera igualitaria del trabajo doméstico, no perpetuar roles sexistas ni mandatos de género, es decir, no imponer juguetes, tipos de vestimenta y discursos concretos en función del sexo biológico de la criatura.

Transmitir que existen modelos alternativos y variados de tipos de hombres y mujeres al que nos enseñan, visibilizar referentes femeninos, pasar por el filtro que dibujos ven y que cuentos leen. Hoy en día podemos encontrar literatura para todas las edades de editoriales que le dan una vuelta a los relatos tradicionales o plantean nuevas historias para transmitir a niños y niñas que hay otras maneras de ser y que también están bien.

En cuanto al ámbito educativo y comunitario, las instituciones también tienen su responsabilidad, como anteriormente comentábamos los contenidos que se imparten deben estar pensados en clave de género (actualmente sólo el 7,5% de los referentes culturales y científicos que aparecen en los libros de texto de la ESO son mujeres), utilizar lenguaje no sexista, no perpetuar estereotipos de género en sus actividades y contenidos, utilizar un discurso inclusivo, realizar formación vivencial en perspectiva de género, revisarse y revisar los contenidos que se transmiten, no dividir actividades, disfraces y dinámicas por el sexo biológico del estudiantado, y también importar buenas prácticas que se empiezan a realizar en numerosos centros educativos que ya le están dado una vuelta más al concepto de igualdad en los colegios.

En cuanto a las empresas y el estado, medidas de conciliación real, cuotas, permisos de paternidad/maternidad que permitan la corresponsabilidad en las tareas productivas y reproductivas, la protección a la infancia y a las familias monoparentales con medidas y ayudas reales para garantizar la igualdad de oportunidades desde la óptica de los derechos humanos siendo la igualdad real un asunto de salud pública.

La brecha de género en las áreas STEM es muy amplia, ¿por qué las chicas no se decantan por estos estudios?

El porqué de este fenómeno es bastante claro: el tipo de socialización (aquello que se espera de ti según tu sexo biológico) que reciben los niños y niñas sigue determinando su inclinación por uno u otro tipo de formación profesional. Su entorno familiar, la publicidad y los anuncios, los modelos sociales, y la educación que reciben los niños y niñas acaban calando en la autoestima de género y en consecuencia limitando la toma de decisiones en cuanto a su formación y oficio. Se asocia el género femenino a tareas que requieran cercanía emocional y empatía (los cuidados), y relaciona lo masculino con la lógica y la razón, por lo cual las áreas STEM encajan con aquellas características masculinas que habitan en el imaginario social.

Gracias a estudios recientes se sabe que los niños y las niñas alrededor de los 6 años aspiran a las mismas carreras profesionales, pero a los 13 años ya han sucumbido a los estereotipos de género. La situación es transversal en todos los países y no tiene que ver con el grado de desarrollo. Actualmente, las mujeres están infrarrepresentadas en las disciplinadas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM). Solo el 29%de los investigadores a nivel mundial son mujeres (UNESCO, 2014).

En el período 2000-2010, la cuota de la mujer en posiciones tradicionalmente masculinas se redujo 2 puntos (UN, 2015) y menos del 4% de los CEOs de las 500 compañías más importantes a nivel mundial son mujeres (UN, 2015).

Para que más mujeres entren en ámbitos como la ciencia y la tecnología, es necesario un cambio de mentalidad integral, trabajar legislando y haciendo medidas que promuevan la participación y el aprovechamiento del talento femenino en estas áreas, así como bonificando a empresas que cuenten con cuotas en sus plantillas, planeas de igualdad y medidas de conciliación efectivas.

Las instituciones educativas tienen la responsabilidad y el compromiso de contribuir, mediante acciones positivas de formación, reflexión y difusión, contempladas en sus planes de Igualdad, al destierro de aquellos prejuicios y estereotipos injustos, desigualitarios y excluyentes, porque igualdad de género, no lo olvidemos es, ante todo, una cuestión de justicia social.  Iniciativas como Inspiring Girls, 11defebrero.org, Girls in Tech y un largo etc., trabajan para visibilizar los referentes femeninos en las áreas STEM e inspirar a las generaciones futuras a tomar decisiones sobre su educación quitándose el sesgo de los mandatos de género.