Trabajadores migrantes, en el Día de la Justicia Social

Mejorar las condiciones laborales y facilitar la movilidad, a través de políticas migratorias planificadas y bien gestionadas, son parte de la Agenda 2030

Día de la Justicia Social

De manera general, los migrantes y/o refugiados dan más de lo que reciben

“Nuestra grandeza siempre ha dependido de las contribuciones de la gente que nació en otros lugares pero que llegaron a este país y lo convirtieron en su hogar”. La frase de Michelle Obama es comprender que los migrantes —en el lugar que sea— no deben ser considerados ciudadanos de segunda clase, porque su contribución cultural y económica aporta a la riqueza de un país.

En el Día Mundial de la Justicia Social, el propósito es centrar la atención hacia todos los trabajadores migrantes, que llegan a otro país en busca de un futuro mejor, alejado de la pobreza. 150 millones de los empleados en el mundo son migrantes, según la Organización Mundial del Trabajo, o el 4,4% de la mano de obra mundial.  ¡Promovamos empleos dignos y un trato justo para todos!

#Workersonthemove

Objetivos de desarrollo sostenible 8 y 10

Por un deber de solidaridad, ciudadanía y justicia social

De manera general, los migrantes y/o refugiados dan más de lo que reciben; son consumidores de bienes y servicios de los países de acogida; muchos de ellos llegan con formación o capacitación específica, pagan sus impuestos generando riqueza. Cotizan para las jubilaciones de todos y contribuyen a la vitalidad y diversidad demográfica. En este sentido, Dianova cree que la migración juega un papel fundamental en la riqueza cultural y en el desarrollo de los países de acogida – como lo demuestran los análisis de la OCDE sobre el impacto de la inmigración en las finanzas públicas, el crecimiento económico y los mercados laborales.

Sin embargo, la crisis migratoria actual plantea un nuevo reto, en particular para los países europeos. Para afrontar este reto en el corto y largo plazo es esencial, por una parte, implementar políticas coordinadas de acogida e integración hacia los migrantes y/o refugiados y, por otra, luchar contra el rechazo creciente de la inmigración dentro de la población. Más específicamente, tenemos que contrarrestar los argumentos extremistas que hacen de la inmigración una amenaza para el empleo y la protección social, para la identidad de cualquier país y, esto sin obviar, los problemas que existan localmente, debido a las concentraciones excesivas de poblaciones recién llegadas.

Pensamos que sólo una concientización de la interdependencia de las naciones puede permitirnos comprender las migraciones como un fenómeno enriquecedor, inherente a las sociedades humanas, y susceptible de afectar a todos los países, incluyendo los que hoy en día son los países de acogida.

 

Por fin, entendemos que deben existir políticas que regulen los flujos migratorios. Estas políticas deben estar complementadas con otras de ayuda al desarrollo en los países de emigración. Además, las políticas de regulación tienen que ser aplicadas con discernimiento y humanidad, para evitar la estigmatización de las poblaciones inmigradas, y garanticen su acogida y su integración en las mejores condiciones posibles.