«No podemos mejorar lo que no evaluamos»

Javier Arza

Dr. Javier Arza, Docente e investigador

La evaluación se convierte en una herramienta imprescindible para estos tiempos de crisis e incertidumbre, ya que nos ayuda a encontrar nuevas soluciones más eficaces, eficientes y adaptadas.

Para las organizaciones, la evaluación cumple la función de generar información para tres funciones esenciales: la toma de decisiones, el aprendizaje organizacional y la rendición de cuentas ante los diferentes sectores vinculados al servicio o programa evaluado.

En la evaluación es importante contar con metodologías y herramientas adecuadas. Sin embargo, esto no es suficiente. Existe toda una serie de factores que pueden dificultar o condicionar la aplicación de esa metodología y esas técnicas. En la literatura científica del sector se señalan especialmente cinco: 

La calidad de la planificación en el programa o servicio que debe ser evaluado. Un programa o un servicio que no cuenta con un diagnóstico previo, que no dispone de unos objetivos correctamente definidos, o que carece de coherencia interna entre diagnóstico, objetivos y acciones, es difícilmente evaluable.

La calidad de los sistemas de información disponibles. La labor evaluativa se dificulta enormemente si no se han ido recogiendo de manera sistemática datos de calidad.

La claridad en los propósitos de la evaluación. Debe estar claro si se pretende evaluar el proceso, o los resultados, o el impacto; también a qué responde el interés por evaluar; además, los diferentes grupos de interés deben tener información sobre esos propósitos en cada una de las diferentes fases del proceso.

Los recursos destinados a la evaluación: coste, tiempo y recursos humanos.

La actitud ante la evaluación de los distintos grupos de interés, y especialmente de aquellos que deben aportar más información a la evaluación y que deben participar en la aplicación posterior de sus recomendaciones. Si se identifica evaluación únicamente con control, o con “estrategia publicitaria” de la organización, o se tiene escasa capacidad autocrítica y resistencia ante la crítica externa,… difícilmente se participará de manera activa y leal en un proceso evaluativo. 

Hay dos conceptos fundamentales en el ámbito de la evaluación. En primer lugar debemos hablar de los criterios de evaluación, que pueden ser definidos como una categoría de análisis que debemos observar para emitir un juicio de valor sobre nuestro programa o servicio (por ejemplo: la satisfacción de las personas usuarias, las altas terapéuticas o la eficiencia del programa o servicio evaluado). En el diseño de una evaluación debemos tener en cuenta cuáles son los criterios consensuados en el sector de actuación.

Por otro lado, debemos disponer de estándares, es decir, de compromisos que nos marcamos como organización respecto al resultado que deseamos lograr en cada criterio. Estos estándares deben ser establecidos teniendo la planificación estratégica de la organización, pero también la legislación del contexto y el sector, así como el conocimiento derivado de la investigación y las buenas prácticas. 

Finalmente, debemos resaltar dos elementos estratégicos en el periodo de finalización de una evaluación: de una parte, comunicar los resultados (tanto interna como externamente). Del diseño de una buena estrategia de comunicación dependerá en gran parte el aprovechamiento del esfuerzo realizado y la aplicación posterior de las recomendaciones. De otra parte, es necesario incorporar las recomendaciones de la evaluación. Como ya se viene señalando a lo largo de este artículo, la evaluación debe ayudar a mejorar la intervención. Para ello, los resultados de la evaluación deben transformarse en un plan de mejora. 

En conclusión, el seguimiento y la evaluación de los programas o servicios son esenciales para estimar los progresos realizados hacia los resultados y los objetivos. Por otra parte, un proceso de evaluación bien pensado e implementado también bien refleja la transparencia que debemos a nuestros beneficiarios, donantes y otros actores interesados. Es por esto que las Asociaciones deben esforzarse por desarrollar una cultura común de la evaluación.