¿Por qué importa el género?

En su declaración ante la CND, Dianova subraya la necesidad de integrar la perspectiva de género en las políticas y servicios en materia de drogas

CND66

Las mujeres que consumen drogas sufren tasas más elevadas de mortalidad, VIH y sida, exclusión social, estigmatización y discriminación, así como un acceso más difícil a la justicia y a los servicios sanitarios – imagen: adaptada de Shutterstock

Declaración ante el 66º período de sesiones de la Comisión de Estupefacientes

En 2016, la resolución 59/5 de la Comisión de Estupefacientes de la ONU exhortó a los Estados miembros a elaborar y aplicar políticas y programas nacionales en materia de drogas que tengan en cuenta las necesidades específicas de las mujeres y las niñas, incluida la de acceder a servicios de salud adaptados a sus n ecesidades, por ejemplo, como cuidadoras únicas o principales de menores y otras personas.

Sin embargo, a lo largo de los años, la integración efectiva de la perspectiva de género en las políticas y programas de drogas se ha visto en cierto modo obstaculizada por el desarrollo de una serie de incertidumbres y conceptos erróneos, sobre todo entre el personal de muchas organizaciones, acerca de lo que implica la integración de la perspectiva de género en términos operativos.

Antes de aclarar este aspecto, recordemos por qué la integración de la perspectiva de género es esencial para el desarrollo de políticas y programas de drogas más eficaces. Las investigaciones y los datos disponibles han demostrado que las mujeres y los hombres se ven afectados de manera diferente por la cuestión mundial de las drogas:

  • Aunque la prevalencia del consumo de drogas es mucho mayor entre los hombres, las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de aumentar más rápidamente su consumo y, por tanto, de evolucionar más rápidamente hacia trastornos por consumo de sustancias.
  • Las razones para involucrarse en el consumo problemático de drogas son diferentes para hombres y mujeres; además, consumen y responden a las drogas de manera diferente, por ejemplo, los hombres que consumen drogas son más propensos a mostrar problemas de comportamiento externalizantes, como trastornos de conducta, mientras que las mujeres tienden a tener problemas internalizantes, como depresión y ansiedad.
  • Las mujeres que consumen drogas tienen entre dos y tres veces más probabilidades de que se les diagnostique un trastorno de estrés postraumático, generalmente debido a una historia de abusos físicos y/o sexuales repetidos durante la infancia.
  • Las mujeres que consumen drogas se enfrentan a un doble estigma: por su consumo de drogas y porque se considera que no cumplen las expectativas sociales respecto a los roles y estereotipos de género.
  • Es probable que los distintos aspectos relacionados con la identidad de las mujeres las expongan a formas de discriminación y marginación que se entrecruzan, como en el caso de las supervivientes de violencia y traumas, las mujeres con trastornos adictivos y psiquiátricos concurrentes, las mujeres encarceladas y las pertenecientes a minorías étnicas.
  • Las mujeres están infrarrepresentadas en los programas de tratamiento de adicciones debido a la existencia de barreras para acceder al tratamiento, como el miedo a las sanciones legales, el estigma social, la falta de servicios de guardería, el temor a perder la custodia de sus hijos o hijas, las expectativas y responsabilidades familiares, etc. Como consecuencia, las mujeres tienden a entrar en los programas de tratamiento más tarde que los hombres, en general tras la aparición de trastornos graves.

 

Integrar la perspectiva de género en las políticas de drogas

A lo largo de los años, se ha avanzado rápidamente en el reconocimiento de la necesidad de aplicar enfoques y estrategias que tengan en cuenta la perspectiva de género. Se ha avanzado mucho en términos de directrices, manuales o recomendaciones, pero esto no se ha traducido necesariamente en un cambio de políticas.

La pregunta que suele hacerse sobre la integración de la perspectiva de género en cualquier ámbito es: «¿Cómo puede hacerse?», como si se tratara de una cuestión puramente técnica. Sin embargo, el éxito de la integración de la perspectiva de género no depende únicamente de la existencia de guías y listas. Cualquier sector que desee avanzar seriamente hacia este objetivo debe, en primer lugar, prestar más atención al «por qué», es decir, a los objetivos, las razones y los vínculos entre la perspectiva de género, el objetivo de la igualdad de género y el sector en cuestión.

 

La integración de la perspectiva de género requiere que se preste atención tanto a los vínculos entre el género y las cuestiones o ámbitos sectoriales que se abordan, como al objetivo de promover la igualdad de género, es decir, a las medidas que deben adoptarse para desarrollar políticas y programas que apoyen la igualdad de género.

En la política de drogas, por tanto, es necesario empezar con un análisis exhaustivo y basado en el género de la realidad y las necesidades específicas de quienes corren más riesgos o se ven más afectados por algunas de las implicaciones en el panorama mundial de las drogas, que generalmente son las mujeres.

Por ejemplo, dicho análisis de género puede centrarse en las numerosas barreras estructurales – incluida la pobreza, el acceso desigual a la educación y los servicios sanitarios, y la falta de oportunidades – que dificultan el empoderamiento de las mujeres y las niñas y contribuyen a los factores de vulnerabilidad que pueden conducir a su implicación en los distintos eslabones de la cadena del tráfico ilícito de drogas.

Por lo tanto, la aplicación de una política eficaz que tenga en cuenta la perspectiva de género no sólo debe tener en cuenta estas vulnerabilidades, sino también considerar a estas mujeres como posibles agentes de cambio, implicándolas en la definición, aplicación y evaluación de la política en cuestión.

 

Integrar la perspectiva de género en los servicios, ¿Cómo hacerlo?

Ningún servicio o programa en el ámbito de la atención a las adicciones, ya sea en los servicios de tratamiento o de reducción de daños, es neutro en cuanto al género. En realidad, la mayoría están diseñados desde una perspectiva androcéntrica, es decir, centrándose principalmente en las necesidades de los hombres. Por ello, en los programas mixtos, en los que la proporción entre hombres y mujeres suele estar muy desequilibrada, a las mujeres les resulta especialmente difícil mejorar su salud y bienestar.

Por ello, es importante desarrollar prácticas generales, intervenciones y estrategias de formación basadas en una perspectiva de género, con el objetivo último de lograr la igualdad entre hombres y mujeres. Se trata de un proceso global y transversal que debe implicar a todos los niveles de una organización: dirección, departamentos, equipos directivos y los propios beneficiarios. He aquí algunos de los puntos clave que deben abordarse o aplicarse:

  • A nivel de intervención, uno de los aspectos clave es trabajar en temas de violencia de género. Como se ha destacado anteriormente, la violencia de género a menudo puede desencadenar o agravar los trastornos por consumo de sustancias, por lo que se debería recomendar el diseño e implementación de intervenciones específicas para mujeres y personas no binarias, que les permitan afrontar el trauma en espacios donde se sientan comprendidas y a la vez física y emocionalmente seguras.
  • Un segundo aspecto importante, del que carecen la mayoría de los programas y servicios, es el cuidado de la infancia. La falta de servicios de guardería o jardín de infancia es uno de los principales obstáculos para las mujeres que desean tratarse. Por lo tanto, la prestación de servicios de guardería dentro de los programas, así como unos horarios de trabajo y unas modalidades de admisión más flexibles, pueden suponer una verdadera ventaja para las mujeres con hijos e hijas a su cargo.
  • La formación de los profesionales también es crucial para la integración efectiva de la perspectiva de género en los servicios relacionados con las drogas. Los prejuicios contra las mujeres siguen estando muy extendidos entre los proveedores de servicios relacionados con las adicciones. Entre otros prejuicios, se supone que las mujeres están menos motivadas que los hombres, son menos dóciles y más propensas a la manipulación. Como consecuencia de estas ideas preconcebidas, los profesionales tienden a adoptar un doble rasero en función de si los beneficiarios son hombres o mujeres, por ejemplo, penalizando más a estas últimas un hecho, expulsándolas del programa) cuando muestran ira o impulsividad durante el tratamiento.
  • También es importante señalar que el éxito de la integración de la perspectiva de género en un determinado sector o servicio no sólo debe incluir a todos los miembros del personal, sino también debe dirigirse específicamente al objetivo último de la igualdad de género. Por ejemplo, no tiene sentido organizar un taller sobre violencia de género si dos horas después un terapeuta considera aceptable reírse del chiste sexista de un beneficiario varón.
  • La perspectiva de género debe integrarse en todos los programas y servicios, independientemente de si son mixtos, para mujeres y personas no binarias, o sólo para hombres. En realidad, aunque es importante desarrollar programas para mujeres/personas no binarias, hay muy pocos. Por lo tanto, es fundamental transformar todos los servicios para crear espacios seguros para las mujeres y las personas no binarias.
  • Por último, la perspectiva de género también tiene cabida en los servicios exclusivos para hombres, en particular para que los pacientes comprendan mejor los retos y beneficios de la igualdad de género, así como para el desarrollo de una masculinidad positiva centrada en la deconstrucción de los estereotipos machistas perjudiciales para una atención eficaz.

En conclusión, hacemos un llamamiento a la Comisión de Estupefacientes de la ONU para que desempeñe un papel más importante en la promoción de la igualdad de género a través de la integración de la perspectiva de género. En primer lugar, a través de un compromiso político para investigar las diferencias y disparidades entre mujeres y hombres; en segundo lugar, aplicando políticas con perspectiva de género que den acceso a las mujeres a la toma de decisiones y, en tercer lugar, animando a los Estados miembros a iniciar o apoyar el proceso de transformación de los servicios en cuestión para proporcionar una atención igualitaria tanto a mujeres como a hombres.