El compromiso militante por la igualdad de género no debe resumirse en la lucha contra el «patriarcado» de nuestras sociedades, contra el sexismo ordinario de los carteles y anuncios publicitarios. También y sobre todo debe ayudar a combatir la violencia extrema en la que miles de mujeres son sometidas. Es urgente reinventar este compromiso por los derechos de las mujeres, para que sea finalmente compartido por todos.
Por la mayoría de los hombres, al menos en nuestras sociedades occidentales, el feminismo parece ser una lucha superada, un compromiso obsoleto y pasado de moda. Es cierto que desde el siglo XIX y las primeras campañas de las «sufragistas» inglesas, el derecho de las mujeres ha experimentado avances espectaculares: derecho de voto, legalización de la anticoncepción y el aborto, igualdad salarial, criminalización del acoso laboral, etc.
Es muy cierto también que la imagen de la mujer ha cambiado drásticamente en tres décadas. Se ha recorrido un largo camino desde los manuales de economía doméstica y otras guías de «buena conducta» para las esposas, publicadas en los años 60. La mujer de hoy es activa, capaz de dirigir su vida, tomar sus decisiones. Comprometida con su trabajo y su carrera, implicada en la vida política, etc. La mujeres ganaron gradualmente el acceso a puestos de trabajo que anteriormente estaban reservados para los hombres. Las mujeres de hoy son académicas, investigadoras, artistas, conductoras de camiones, policías o en la mili, sin que a nadie les extrañe, o casi.
Una mujer sin hombre es como un pez sin bicicleta*
Hoy en día, y desde el renacimiento feminista de los años 70, las democracias occidentales han borrado de sus sistemas jurídicos todas las desigualdades que hasta hace poco seguían prevaleciendo. En cuanto a los conceptos fundamentales del feminismo, están hoy día totalmente incluidos en el discurso políticamente correcto. Ningún político podría arriesgarse a un discurso, o adoptar un posicionamiento, abiertamente anti-feminista, independientemente de sus propias creencias. Estos tres elementos – la nueva imagen, casi promocional, de la mujer «activa y comprometida; el discurso políticamente correcto en materia de igualdad de género; así como los verdaderos avances de la legislación – participan de una ceguera generalizada en cuanto a la situación actual en materia de igualdad de género.
Hay más desconocidos que el soldado desconocido: ¡Su mujer!*
Entre lo que dice la ley y la realidad tal como es, hay de hecho un abismo. Tenga en cuenta la supuesta igualdad de remuneración. En Europa, las diferencias salariales por el mismo trabajo, siguen siendo de un 15% (Bélgica) hasta más del 50% (Austria) en favor de los hombres, mientras que los puestos de responsabilidad siguen siendo en gran medida reservados a los hombres. Sigue la esfera política. En muchos países, la alta política sigue siendo considerada la sede última del poder, es decir un coto privado para los hombres. Aunque el porcentaje de mujeres elegidas al Parlamento va aumentando año tras año, siguen siendo una minoría. También depende de donde se sitúa esta sede del poder: los países nórdicos, por ejemplo, son ejemplares en términos de equilibrio de género en la política, pero sólo una pequeña minoría de mujeres son directoras, o miembros del consejo de administración de las grandes corporaciones… donde también se encuentra la sede del poder económico y financiero, dominado por los hombres.
Trabajadores de todos los países: ¿quién os lava la ropa?*
La misoginia está lejos de extinguirse, víctima de la modernidad. Peor aún, se está reforzando cada vez más en algunos círculos y en ciertos barrios. Como si el ideal masculino, agredido por la imagen de la mujer libre e independiente, tuviera que reaccionar con más violencia.
En el lugar de trabajo, la mujer sigue siendo el blanco de insultos o de insinuaciones sexuales, y ¡Ay de las feas, de las gordas, de las viejas, y de las que » No tienen ningún sentido del humor». Peor aún, estos juegos sexistas se convierten en algunos lugares, en maneras de degradar a las mujeres, de rebajarlas a un estatus infantil, sujetos sexuales sometidos y disciplinados: mujeres que no pueden vestirse como quieren, violación en grupo, matrimonios forzados, ablación de niñas, etc. Hay que recordar que las estadísticas muestran que al menos una de cada tres mujeres en todo el mundo ha sido golpeada, coaccionada sexualmente o ha sufrido otras formas de violencia en su vida. Cada uno de nosotros conoce por lo menos a una mujer que ha sufrido de violencia!
Uno de cada dos hombres es mujer*
La igualdad de género no debe ser sólo un discurso para sentirse bien. ¡El activista de la igualdad de género no sólo debe luchar contra el sexismo en la publicidad, sino para poner fin a estos escándalos! La participación de las ONG también es crucial, porque más allá de la naturaleza de su misión, pueden ser un ejemplo, como lo es Dianova International, comprometida desde hace mucho tiempo a promover una igualdad de género para todos sus colaboradores.
Las ONG se posicionan generalmente en contra de todas las formas de discriminación, incluidas las basadas en el género. En la red Dianova, cada colaborador/a disfruta de los mismos niveles de salario, dependiendo de la posición que él/ella ocupa. Además, a partir de este año, Dianova quiere establecer este principio de igualdad de género al nivel de política institucional, a través de una reforma de nuestros estatutos y la creación de una comisión cuya misión será la de garantizar el respecto de esta política en todas las organizaciones miembros de la red.
Para Dianova, garantizar el respeto de diversidad e igualdad de género, no solamente es adoptar una posición ética, sino que sobre todo es participar en la riqueza de nuestra sociedad, de nuestra organización y de todos nuestros colaboradores.
Begoña Colomina, Coordinadora Dianova International
* Eslóganes feministas populares en los años 70