La sociedad de la avidez

Según Henry Ford, quien fue uno de los mayores empresarios estadounidenses del siglo XX, el capitalismo solo puede prosperar y crecer respetando una ética rigurosa. Para él, era moralmente indefendible que un jefe ganase más de cuarenta veces el salario medio de sus empleados (1). En otras palabras, Henry Ford pertenecía a esa raza de empresarios (ahora en peligro de extinción) para quien el capitalismo es el modo de organización social de más éxito y es el más respetuoso con las libertades de las personas, a condición de que los que llevan las riendas del poder económico sepan mostrar moderación y autocontrol.

Hoy en día, la hermosa nave del capitalismo se ha convertido en un barco pirata sin Dios ni ley. Desde hace casi veinte años, la lista de las compañías globales procesadas ??por corrupción sigue creciendo. Por otra parte, uno de los mayores escándalos del principio del siglo 21 es absolutamente legal; quiero hablar de la remuneración de los grandes jefes y altos directivos de este mundo (en forma de salarios, opciones sobre acciones, paracaídas de oro y otras ventajas) que han pasado en pocas décadas del ratio Fordista de cobrar cuarenta o cincuenta veces el salario promedio de los empleados, a recibir más de quinientos, y incluso mil veces este. "Mi trabajo vale el de un millar de personas. "¿Quién puede presumir esto?

Se podría decir que no es gran cosa, después de todo, ¿qué importa si los ricos se hacen más ricos aún, siempre y cuando podamos seguir viviendo dignamente de los frutos de nuestro trabajo? Por desgracia, esta explosión de los salarios más altos se compensa de alguna manera. Si quieren seguir dando los dividendos récord que demandan los accionistas, las empresas no tienen otra opción que despedir, des-localizar o subcontratar las tareas, al mismo tiempo que exprimen completamente a todos los trabajadores que permanecen como si fuesen limones.

La ONG Oxfam ha estimado recientemente que las 67 personas más ricas del mundo tienen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad, es decir, como 3.5 mil millones de personas. Sólo en los Estados Unidos, el 1% más rico ha visto sus ingresos aumentar de un 86% entre 1993 y 2012, cuando para el resto del país solo se incrementaron un 6%. Este 1% tiene hoy en día una porción del capital nacional similar a lo observado  en el Antiguo Régimen en Europa. El sueño americano se está convirtiendo en unapesadilla, con el riesgo real de que la democracia estadounidense se convierta en una oligarquía.

Hoy somos testigos de una explosión de la desigualdad a nivel global. En todas partes, el reparto, la redistribución, se han convertido en ideas anticuadas. Un solo concepto reina en lo absoluto: la codicia, la avidez. Las consecuencias de este nuevo orden mundial son las decenas de millones de personas afectadas por el desempleo o la precariedad laboral y los cientos de millones de otras personas que viven con la angustia del futuro, del despido, de la deslocalización o de la subcontratación.

El balance de la sociedad, tal como la conocemos desde hace más de cincuenta años, está en peligro. Y el peligro es aún mayor ya que la política no parece tener ninguna influencia en este nuevo orden mundial basado en el lucro y la codicia. Peor aún, los políticos lo apoyan, con el pretexto de la globalización, de, “el mundo es así”, o incluso“son los beneficios de los ricos que mejor luchan contra la pobreza.” Falso. La mejor arma contra la pobreza, el mejor remedio contra la desigualdad es la redistribución y el reparto. Y cuando los altos directivos o grandes jefes parecen haber perdido el control, es el momento de introducir una fiscalidad que esté a la altura de estos desafíos.

Tal y como subrayó el economista Thomas Piketty, en los Estados Unidos la tasa de impuesto aplicada a los más ricos había alcanzado un promedio de 80% entre los años 30 y 80, con picos de hasta 90%! En la época, la creciente desigualdad ya había provocado un debate nacional a raíz de esta política tan determinada: gravar fuertemente los ingresos más altos y los ingresos del patrimonio, dejando prosperar a los empresarios innovadores y creadores de riquezas. ¿Había esta política impedido prosperar a América durante este período? No. El país se hizo más fuerte y más rico, con una tasa de crecimiento del 4 al 5% cada año.

Henry Ford pertenecía probablemente a una época en que las nociones de ética y de bien público todavía tenían un sentido. Hoy en día, la crisis financiera, económica y social de la cual emergemos con dificultad, nos ha enseñado una cosa al menos: es ilusorio confiar en los mercados por sí solos, como es también ilusorio pedir a la mayoría de los grandes jefes que se preocupen del bien público o de mostrar autocontrol.

Es urgente actuar para evitar que este capitalismo depredador se devore a sí mismo y ponga la democracia en peligro. Necesitamos poner en marcha de nuevo mecanismos eficaces de control, regulación y tasación. Es también urgente apostar por el desarrollo de actores económicos alternativos e innovadores, como el tercer sector y el emprendimiento social. Los emprendedores sociales representan una fuerza de inspiración cada vez mayor para cumplir con los retos esenciales de la sociedad, mientras inventan nuevos modelos de crecimiento equitativos y respetuosos con las personas.

Aunque es todavía limitado, el éxito del emprendimiento social ha demostrado que la empresa puede ir más allá de una simple función de creación de riqueza para convertirse en un motor del cambio, una herramienta de creación de vínculos sociales y de solidaridad. Solo a este nivel podremos luchar con eficacia contra las desigualdad y pobreza, el mayor desafío de nuestro siglo.

Montse Rafel, directora general

(1) Las organizaciones del tercer sector, incluso las que tienen fines de lucro, se mantienen muy por dentro de las limites "éticos" en este nivel. En Dianova International, por ejemplo, por acuerdo, el salario más alto no puede exceder más de cuatro veces el salario más bajo.