Propuestas y posibles soluciones para la eliminación de barreras de género al acceso a los servicios de adicciones

En los trastornos por consumo de sustancias, las diferencias de género parecen ser multifactoriales, con factores internos relacionados con el sistema de recompensa y factores externos como las expectativas y los roles de género de la sociedad. En consecuencia, los servicios de adicción deben ser sensibles a las necesidades de todas las personas, incluidos hombres, mujeres y otras identidades de género – Imagen: Shutterstock
Por Paula Lozano Garbaccio – El consumo de sustancias afecta de manera distinta a hombres y mujeres. Solo una de cada cinco llega a los servicios especializados de adicciones. Cuando acceden, se encuentran intervenciones ideadas a través de una óptica androcentrista, la cual no está teniendo en consideración sus necesidades específicas como mujeres. Por ello, cabe plantearse: ¿qué soluciones se podrían implementar para eliminar las barreras de género en dichos servicios?
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Ser conocedores de las desigualdades en los consumos
Las motivaciones del consumo, sus efectos y el desarrollo de la dependencia son distintos según el género. Un ejemplo de ello es el denominado “efecto telescopio”, el cual propone que las mujeres progresan de un modo más acelerado hacia un consumo patológico; también experimentan un craving más intenso y un mayor riesgo de recaída, generando un peor pronóstico para ellas.
Las mujeres, además, se enfrentan a una doble estigmatización por el consumo y los mandatos de género, sintiendo que, de algún modo, no cumplen con las normas sociales establecidas para ellas, como la maternidad y los cuidados -no siendo así en el caso de los hombres-.
Esto podría suscitar en ellas sentimientos de culpa y/o vergüenza, la ocultación del consumo por miedo a ser penalizada socialmente, lo que conduciría, finalmente, que fuese más difícil buscar ayuda.
Por ende, otra barrera de acceso identificada es la coexistencia de diferentes problemáticas -tanto clínicas como sociales-. Numerosas investigaciones apuntan a una relación compleja entre el consumo patológico femenino y la violencia de género. Las víctimas de violencia serían más proclives a desarrollar una adicción y, a su vez, el consumo incrementaría el riesgo a experimentar violencias, disminuyendo la capacidad de reacción para identificar la situación y solicitar ayuda. De este modo, se hipotetiza que ambas se retroalimentan e influyen mutuamente.
A pesar de las diferencias expuestas con anterioridad, los abordajes terapéuticos están generalmente diseñados desde una mirada androcéntrica y los entornos de tratamiento se encuentran altamente masculinizados, conllevando ciertas dificultades para las mujeres en su acceso y posterior adherencia. Consecuentemente, una medida esencial a adoptar en los servicios especializados sería tener en cuenta dichas desigualdades y, posteriormente, desarrollar y adaptar los programas de intervención.
Erradicar las barreras
La incorporación de la mirada de género en los recursos de salud suscita medidas que cubran las particularidades y problemas asociados a la realidad de hombres, mujeres y otras identidades de género, superando el enfoque androcéntrico como ‘lo neutro’. En el ámbito de las adicciones se establece como prioritario introducir esta perspectiva, puesto que conlleva a considerar las motivaciones del consumo, sus efectos y consecuencias, además de erradicar las barreras relacionadas con el tratamiento.
Las mujeres con adicción presentan menos probabilidades de acceso a los tratamientos. Se estima que solo el 20% son mujeres, por lo que su prevalencia es minoritaria, siendo incluso menor para otras identidades de género y el colectivo LGBTI+.
Cuando estas intentan acceder, deben enfrentarse a más barreras como: mayor estigmatización; más responsabilidades familiares; adicciones más severas y necesidades más complejas que los hombres, debido a la invisibilización del problema lo cual conlleva a una cronificación y agravamiento. La investigación sugiere que las intervenciones son probablemente mejores cuando se ofrecen abordajes exclusivos.
Así pues, la evidencia muestra que es imprescindible la separación de espacios por género para el abordaje de ciertas temáticas. En efecto, los grupos de apoyo femeninos son un elemento determinante en la prevención de recaídas. Algunas de las temáticas a tratar en ellos serían las siguientes: el sistema sexo-género con los estereotipos y roles asociados; la autoestima -contemplando, también, la autoestima de género-; las presiones familiares; las relaciones afectivas; el incumplimiento de los mandatos de género; y de manera indispensable fomentar las redes de apoyo entre ellas.
Abordajes terapéuticos integradores
Las cuestiones que afectan a las mujeres consumidoras son múltiples y complejas. Por tanto, es necesario diseñar e implementar programas que puedan ofrecer un abordaje integral, siendo sensibles a sus necesidades específicas y a las de otras identidades de género.
De acuerdo con la evidencia, se calculan altas tasas de incidencia conjunta con la VG y el trastorno de estrés postraumático. En este sentido, destaca una dificultad patente: la falta de formación específica en violencias y adicciones en los equipos profesionales y la escasa contemplación del enfoque de trauma informado en el abordaje de las adicciones.
Cabe destacar también que, por lo general, en los dispositivos asistenciales de adicciones no poseen programas unificados para intervenir en ambas problemáticas de manera sistematizada. Como resultado, las mujeres que sufren ambas problemáticas deben acudir a los diferentes dispositivos para tratar cada necesidad concreta, sin tener la posibilidad de ser atendidas bajo una única intervención integrada, lo cual dificulta la adherencia al tratamiento, puede cronificar las situaciones e incluso se pueden recibir intervenciones de diversos profesionales con enfoques polarizados, teniendo esto último un impacto significativamente negativo en la adherencia de las mujeres a los servicios de atención.
En consecuencia, como medida estratégica, se propone emplear el abordaje Seeking Safety, de Najavits. Este trata de forma integral dichas problemáticas, mostrando resultados prometedores en cuanto a eficacia y efectividad. Por ende, se podrían abordar las vivencias traumáticas asociadas a los consumos, entendiendo la compleja relación coexistente.
Llamada a la acción e implicaciones prácticas
En síntesis, se sugieren diversas implicaciones: un primer aspecto indica la necesidad de evaluar el posible antecedente de violencia en las mujeres consumidoras cuando acudan a los servicios especializados. Un segundo aspecto señala la relevancia de desarrollar protocolos integradores para llevar a cabo intervenciones que no sean superficiales y que no aborden únicamente el consumo. Un programa bien establecido es el abordaje Seeking Safety. Asimismo, se recomienda que los tratamientos sean sensibles a las necesidades y vicisitudes específicas derivadas del género. A modo de reflexión: ¿deberían las personas adaptarse a los tratamientos o, más bien, los tratamientos adaptarse a cada persona?