El 17 de octubre, celebramos el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Pero ¿cuán lejos estamos efectivamente de conseguir este reto?
Por Federica Bertacchini y María Victoria Espada – En 1992, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el 17 de octubre como el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Años después, en 2015, cuando la ONU acordó los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, el “poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo” fue identificado como el objetivo número 1.
La pobreza es un concepto complejo que afecta las diferentes dimensiones de la vida de una comunidad y de sus individuos. Por pobreza no entendemos solamente la falta de ingresos, sino un fenómeno multidimensional que engloba la falta de las capacidades básicas para vivir con dignidad. La pobreza es en sí misma un problema de derechos humanos, por lo que erradicarla es una obligación de todas las sociedades.
Las causas de la pobreza incluyen el desempleo, la exclusión social y la alta vulnerabilidad de ciertas poblaciones ante desastres, enfermedades y otros fenómenos que les impiden ser productivos. La desigualdad generada por la pobreza es perjudicial para el crecimiento económico, socava la cohesión social, aumenta las tensiones políticas y sociales y, en algunas circunstancias, genera inestabilidad y conflictos. El bienestar de los seres humanos está vinculado entre sí y tener una condición económica que permita vivir una vida digna es fundamental para su logro.
El estado del arte y el terrible impacto de la Covid-19
Según el Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2020, la extrema pobreza a nivel mundial se redujo de un 36% en 1990 a un 10% en 2015. En ese año, los 783 millones de persona que vivían por debajo del umbral de pobreza internacional, medida en 1,90 dólares diarios, tenían mayores dificultades para satisfacer las necesidades más básicas, como la salud, la educación y el acceso a agua y saneamiento. Asia meridional y África subsahariana concentraban gran parte de la pobreza extrema mundial.
Sin embargo, desde que se acordaron los ODS, el ritmo de disminución de la pobreza mundial se ha desacelerado.
En 2019, la tasa de pobreza mundial estimada era de un 8,2% y se sugería que el 6% de la población mundial seguiría viviendo en la pobreza extrema en 2030, por lo que no se alcanzaría la meta de poner fin a la pobreza. Si la pandemia se mantiene en los niveles previstos actualmente y la actividad económica se recupera durante este año, la tasa de pobreza estimada para el año 2020 será de 8,8% según el informe, con 71 millones de personas más arrojadas a la pobreza extrema. Eso significaría el primer aumento de la pobreza a nivel mundial desde 1998.
En abril 2020, el Banco Mundial calculó que la COVID-19 había sumido a entre 40 y 60 millones de personas en la pobreza extrema. El cierre recomendado o requerido de los lugares de trabajo en todo el mundo afectó al 81% de los empleadores y al 66% de los trabajadores por cuenta propia, lo que limitó gravemente los puestos de trabajo y los ingresos. Con cálculos más actualizados, el informe de Perspectivas Económicas Mundiales 2020 también proyecta que 71 millones de personas podrán ser arrojadas a la pobreza extrema por la pandemia, cifra que podría llegar a 100 millones si se empeora aún más la situación mundial. Sin duda, esto plantea un desafío real adicional para el cumplimiento de los ODS.
Mujeres, niñas y niños son los que más sufren
Según información actualizada de los ODS, por cada 100 hombres de entre 25 y 34 años que viven en extrema pobreza a nivel mundial, existen 122 mujeres. Además, las mujeres se están viendo afectadas de manera desproporcionada por los efectos económicos de la COVID-19, entre otros. Por un lado, están en la primera línea en la lucha contra el coronavirus, ya que representan casi el 70% de los trabajadores sanitarios y sociales en todo el mundo. Por otro, cerca del 60 % de las mujeres trabaja en la economía informal, sin ninguna garantía de seguridad social, lo que las expone aún más a caer en la pobreza.
En el caso de niñas y niños, el escenario es aún peor: uno de cada cinco vive en situación de extrema pobreza.
La pobreza infantil puede verse agravada por factores como el género, la etnia, la raza y el territorio, entre otros, y puede tener efectos irreversibles fruto de la malnutrición, las discapacidades prevenibles y otras privaciones que disminuyen el crecimiento y el desarrollo potencial. Además, la pobreza infantil es un eslabón clave en la reproducción intergeneracional de la pobreza y la desigualdad, e impacta negativamente en el desarrollo social de los países. Por tanto, la lucha por erradicar la pobreza infantil es clave en la lucha contra la pobreza en general y la desigualdad en las sociedades.
Un análisis realizado conjuntamente por Save the Children y UNICEF estima que la pandemia de coronavirus ha empujado a otros 150 millones de niños a la pobreza multidimensional privándolos de acceso a servicios esenciales, como educación, salud, vivienda, nutrición, saneamiento o agua. Además, el aumento de la pobreza hará que sea muy difícil para los niños más vulnerables y sus familias compensar la pérdida de educación por el cierre de las escuelas. Sin educación, los niños tienen más probabilidades de ser forzados al trabajo infantil o al matrimonio precoz y quedar atrapados en un ciclo de pobreza durante los próximos años.
Los esfuerzos de la red Dianova
Algunos de los miembros de la red Dianova se dedican, entre otros objetivos, a la lucha contra la pobreza en sus múltiples dimensiones. La Sociedad para la Promoción de la Juventud (Society for the Promotion of Youth, SPYM, por sus siglas en inglés) es el mayor proveedor de albergues para personas sin hogar en Delhi, India, con 72 centros que dan servicio a cerca de 6.000 mujeres, hombres y niños cada día. Además, SPYM ofrece servicios de inclusión política y financiera de las personas sin hogar. Promoviendo la formación de grupos de autoayuda y haciendo de garante con bancos, SPYM facilita que las personas sin hogar, que normalmente no tienen documentos de identidad, puedan abrir su propia cuenta bancaria.
Los operadores de SPYM saben bien que, muchas veces, la pobreza y la necesidad de sobrevivir son causa de aptitudes y comportamientos que van en contra de la ley. Por esta razón, desde 2010, trabajan con jóvenes en conflicto con la ley y con problemas de adicciones en su centro de Delhi. En colaboración con una agencia del gobierno de la capital, SPYM ha podido ayudar a 477 niños con sesiones terapéuticas, de alfabetización y de enseñanza de habilidades para la vida cotidiana.
Para proteger a los grupos más vulnerables, SPYM ofrece servicios de tratamiento integrado a mujeres y niñas que viven en condiciones de pobreza, muchas veces sin hogar, y además sufren trastornos de adiciones, problemas de salud mental y violencia de género.
Entre el 2019 y 2020, 48 mujeres han recibido atención en el centro de Pardabagh, además de cursos de alfabetización, cálculo, informática y otras habilidades para la vida, a fin de facilitar su reinserción económica en el mercado laboral.
Kothowain, otro de nuestros miembros, trabaja en áreas aisladas y de difícil acceso en Bangladesh con mayores tasas de pobreza entre su población. Gracias a la financiación de SONNE International y a las actividades desarrolladas por Kothowain, que involucran también a grupos de mujeres locales, unos 712 estudiantes indígenas desfavorecidos están teniendo acceso a la enseñanza primaria (11 escuelas), la escuela secundaria (una escuela) y la formación técnica en sastrería (un centro), en Alikodom Upazilla. 49 de estos estudiantes, provenientes de familias muy pobres, se benefician de hospitalidad gratuita y becas completas para poder terminar sus estudios.
Kothowain tiene además un programa dirigido al desarrollo económico de mujeres vulnerables, financiado por Helen Keller International. Este programa involucra a 80 mujeres que viven en la región de las colinas de Thanchi y está enfocado en la producción de velas y escobas. Asimismo, el programa se ve complementado con talleres de desarrollo de capacidades empresariales, como la elaboración de planes de negocio y la creación de relaciones con el mercado local.