El número de personas que reciben tratamiento ha aumentado considerablemente, reduciéndose así la mortalidad relacionada con el SIDA. Por desgracia, el número de nuevas infecciones registradas cada año se mantiene en un nivel preocupante
Como cada año, el 1 de diciembre se celebra el Día Mundial del Sida. Este día tiene como objetivo sensibilizar en torno a la pandemia del SIDA, animar a las autoridades a mejorar la prevención y el acceso al tratamiento, y apoyar a las personas seropositivas o enfermas en su vida cotidiana.
La campaña del Día Mundial del Sida se articula este año en torno a un mensaje clave, «Levantemos la mano por la #prevenciónVIH», y pone de relieve una serie de asuntos cruciales relacionados con la prevención, incluyendo entre otros la necesidad de invertir generosamente en servicios eficaces de prevención; dirigirse a poblaciones clave y a sus compañeros/as sexuales; o garantizar el acceso de las personas con riesgo de contraer profilaxis pre-exposición (PrEP)[1].
Además, como cada año, unos días antes del Día Mundial del Sida ONUSIDA ha presentado una evaluación epidemiológica de la situación del VIH en el mundo, lo que le permite establecer una serie de prioridades. El enfoque elegido por las Naciones Unidas, llamado «Acción acelerada: pongamos fin a la epidemia de sida» parece funcionar: el informe de ONUSIDA destaca que 18,2 millones de personas tienen en la actualidad acceso a tratamientos contra el VIH, lo que ha permitido reducir la mortalidad asociada al SIDA en los adultos y niños.
Por desgracia, estos buenos resultados son contrarrestados, desde hace cinco años, por la estabilización a un nivel alto del número total de nuevos casos de infección entre los adultos, e incluso por un aumento de estas nuevas infecciones en algunas partes del mundo.
Más de dos millones de personas contraen el VIH cada año. Esta cifra es demasiado elevada y pone en riesgo el objetivo de llegar a menos de 500.000 muertes por año y menos de 500.000 nuevas infecciones para el 2020. Con el fin de hacer frente a este enorme desafío y de resaltar su compromiso en la materia, ONUSIDA ha decidido, por una parte, centrar la campaña del Día Mundial en la prevención. Por la otra, está haciendo especial hincapié en la noción de ciclo de vida.
Según Michel Sidibé, director ejecutivo de ONUSIDA, no todas las personas son vulnerables al VIH de la misma manera, todo depende de si son niños, adolescentes, adultos e incluso ancianos. Esta vulnerabilidad también depende del sexo y de la región o el país donde viven.
«Puesto que tiene como objetivo encontrar soluciones para cada uno en función de cada etapa de la vida, el enfoque basado en el ciclo de vida permite hacer frente a la complejidad del VIH. Los riesgos y desafíos cambian durante toda la vida y por ello es necesario adaptar las estrategias de prevención y tratamiento del VIH desde el nacimiento hasta la vejez.»
Las adolescentes son las más vulnerables
El empoderamiento de los jóvenes es uno de los elementos clave de una respuesta eficaz frente a la epidemia del SIDA. Es especialmente importante dirigirse a las adolescentes y mujeres jóvenes que viven en los países más afectados por el SIDA, en particular en el África subsahariana: en 2015, cerca de 7.500 mujeres de entre 15 y 24 años fueron infectadas por el VIH cada semana.
Michel Sidibé pone de relieve que la pubertad es el momento más peligroso, especialmente entre las adolescentes: «Estas adolescentes se enfrentan a una triple amenaza: tienen un riesgo elevado de ser infectadas por el VIH, un bajo índice de acceso a las pruebas del VIH y dificultades para acceder y recibir un tratamiento.»
Para la agencia de la ONU, la mayor vulnerabilidad de las mujeres y las adolescentes va mucho más allá de la simple fisiología: está estrechamente vinculada a una desigualdad de género predominante, a normas de género particularmente nocivas y a estructuras patriarcales que impiden a las mujeres alcanzar su pleno potencial y las hacen más vulnerables al VIH.
Envejecer con VIH implica un mayor riesgo de desarrollar otras enfermedades
En el ciclo de la vida, el riesgo absoluto de infección por el VIH culmina en general en la edad adulta (25-49 años), especialmente en los hombres. Representan el 35% de las nuevas infecciones entre 15 y 19 años, y el 63% entre 40 y 44 años. Cuando se dispone de tratamientos, el SIDA se convierte en una enfermedad crónica que puede ser gestionada. Por esta razón, un gran número de estas personas envejecerán con el virus. El informe de ONUSIDA advierte de que el número de personas de 50 años y más que viven con el VIH en los países de ingresos bajos y medios aumentará en un 47% para 2020, gracias a la accesibilidad de tratamientos.
Sin embargo, la destacable eficacia de los tratamientos tiene también otra cara: cuando las personas envejecen, son más expuestas a los efectos secundarios de las terapias antiretrovirales y tienen más riesgo de desarrollar enfermedades relacionadas con la edad que pueden empeorar la progresión del SIDA.
En los países ricos, las personas de 50 años o más tienen hasta cinco veces más probabilidades de desarrollar otras enfermedades crónicas como las enfermedades cardiovasculares o los síndromes geriátricos, incluso aquellas personas cuya carga viral es indetectable. Esta evolución, que ya es una realidad en los países desarrollados, pronto lo será en los demás países, lo que planteará un desafío financiero y sanitario inmenso en el futuro próximo.
El número de niños en tratamiento se ha duplicado
Para terminar con una buena noticia, el número de niños con acceso a tratamientos antirretrovirales se ha duplicado en cinco años, lo que ha reducido en un 44% la mortalidad relacionada con el SIDA entre los niños. El plan implementado en 2011 ha contribuido a impulsar la voluntad y la acción política a nivel mundial y nacional: la cobertura global de servicios de prevención de la transmisión del VIH de madre a hijo ha pasado del 50% al 77% en cinco años, lo que ha contribuido a reducir la infección por el VIH entre los niños en un 51%.
Parece que el mundo está en camino de alcanzar los objetivos de reducción de la contaminación de madre a hijo; sin embargo, esfuerzos significativos aún son necesarios en varios países, en particular para mejorar el acceso a las pruebas del VIH para las mujeres embarazadas, así como el acceso al tratamiento de las mujeres seropositivas durante la fase de lactancia.
[1]La profilaxis pre-exposición o PrEP es un tratamiento preventivo que consiste en tomar Truvada®, un medicamento contra el SIDA recomendado por la OMS para prevenir la contaminación en las personas con alto riesgo de contagiarse con el VIH pero que no utilizan preservativos (en 2015, sólo 60.000 personas de una población estimada en 3 millones de personas se han beneficiado de este tratamiento).