La pena de muerte: ¿solución a la crisis de opiáceos?

La sobredosis aumentó 30% entre 2016 y 2017; para hacer frente a la crisis, la Casa Blanca podría inspirarse del «ejemplo» filipino…

Club de los 27

Muchos son los artistas que murieron por sobredosis – Foto: Grafiti del «Club de los 27» en Tel Aviv, por Tommy Quitt, CC BY-SA 4.0

Por Ignacio Torres – El ícono del rock americano de los 70, Tom Petty; la estrella de la música pop de los 80 y 90, Prince, y la actriz Brittany Murphy tienen algo en común: murieron por sobredosis de opiáceos, en un intento por calmar dolores crónicos y un resfriado. Los dos primeros usando fentanilo, un medicamento entre 50 y 100 veces más potente que la morfina, y la tercera, por consumir hidrocodona, un derivado de la codeína también recomendado para eliminar la tos.

La diferencia era que Petty y Murphy tenían prescripción médica. Prince, por su parte habría sufrido una adicción a los opiáceos y los adquiría a un “dealer”, que reveló que el cantante no sólo los consumía tras una operación de cadera, sino también para sobrellevar sus nervios.

Independiente de cómo hayan conseguido estos medicamentos, que alivian fuertes dolores, en especial en enfermos en etapas avanzadas, los tres artistas pasaron a formar parte de la funesta estadística que entre 1999 y 2016 suma alrededor de 600.000 muertes por sobredosis.

Aumento del consumo de opioides

El millonario negocio del fentanilo

Entre 2010 y 2015, la mitad de los condados en EE.UU. lograron reducir la cantidad de opiáceos recetados por personas, aunque la prescripción siguió siendo alta.  En 2015, las dosis recetadas por persona fueron tres veces mayor a las de 1999.

El mercado negro, en tanto, continuó ocupándose de atiborrar las calles con opioides sintéticos como el fentanilo, producidos por laboratorios de carteles en México y los importados desde China, según autoridades policiales y aduaneras de la primera potencia del mundo.

Fentanilo

En este enorme mercado ilícito, donde un kilo de fentanilo puede generar ganancias por hasta US$ 20 millones, uno de los rostros más reconocidos es el de Joaquín Guzmán, apodado “El Chapo”. Este narcotraficante —a la espera de un juicio en su contra— fue líder del Cartel de Sinaloa dedicado a introducir a EE.UU. marihuana, cocaína, metanfetaminas y heroína procedente de Colombia y el Sudeste Asiático y también responsable del 80% del fentanilo puro incautado en Nueva York en 2017, según la Administración para el Control de Drogas (DEA).

Pena de muerte y posición de expertos en salud

Con la epidemia de drogas por cada rincón de EE.UU., el Presidente Donald Trump anunció un plan enfocado en: reducir el consumo de opiáceos a través de la educación, reforzar los controles para cortar el flujo de drogas ilícitas y ampliar el tratamiento de la adicción. Sin embargo, el mandatario enfatizó en la necesidad de endurecer las sanciones a los traficantes, para los cuales propuso la pena de muerte. “Si les pillan, les condenan a 30 días de cárcel o una multa, cuando por matar a una persona te cae la pena de muerte o cadena perpetua”, ha dicho Trump.

Ahora, la pregunta es: ¿Será la pena de muerte la solución a esta crisis? Desde hace un tiempo, Trump viene defendiendo la idea de imponer la pena máxima a los traficantes, colocando como ejemplo a Rodrigo Duterte en Filipinas.

 

Por su parte,  el doctor Andrew Kolodny, codirector del Opioid Policy Research Collaborative (OPRC) y científico senior del Instituto de Salud del Comportamiento de la Universidad de Brandeis en Massachusetts, estima que: “Hablar sobre la pena de muerte me parece un paso atrás”. 

Sin embargo, Li hizo un ligero matiz: “Si se implementa juiciosamente y con otras intervenciones más sustantivas e integrales, tiene posibilidades de ser eficaz”.

Mientras tanto, la epidemia no da tregua. La sobredosis de opiáceos (legales e ilegales) ha aumentado 30% en sólo 14 meses, entre 2016 y 2017, según los últimos datos del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Este porcentaje viene así a profundizar el desastre de una crisis que sólo en 2016 acabó con la vida de 64.000 personas.

Naloxona