¿En qué momento dejamos de tener tiempo para algo tan necesario como conectarnos entre nosotros?
Artículo extracto de la revista Novasalud, edición 2020 – Novasalud es un centro dedicado a entregar servicios especializados en salud mental y en adicciones a través de un equipo multidisciplinario
Por Andrea Donaire, Coach Ontológico – Los seres humanos en el mundo moderno estamos tan enfocados en producir que nos hemos volcado casi exclusivamente al hacer, inmersos en lo que el filósofo Byung-Chul Han llama la sociedad del cansancio. Vivimos en una incesante exigencia por rendir, que se ha vuelto muchísimo más importante que estar bien. En nuestro día a día, los espacios de contemplación e introspección se han vuelto escasos. Generalmente consideramos la pausa y el silencio como algo improductivo y hasta incómodo, o como un lujo muy difícil de obtener.
Y desde ahí, también los espacios de genuina conexión con otros seres humanos se nos hacen efímeros o escasos.
¿En qué momento dejamos de tener tiempo para algo tan necesario como conectarnos entre nosotros?
La salud mental está empeorando de manera alarmante, especialmente entre los niños/as y jóvenes. Hoy, el suicidio es la segunda causa de muerte en personas entre 15 y 29 años según la OMS. Y por cada muerte por lesiones autoinfligidas se estima que hay 20 intentos de suicidio y unas 50 personas con ideación suicida.
Hace más de un año que soy voluntaria en un programa de la fundación Todo Mejora, dedicada a la prevención del suicidio.
Se trata de la “Hora Segura”, un programa donde un grupo de voluntarios contestamos un chat y conversamos con personas que necesitan hablar de lo que les pasa. Muchas de ellas están pensando o en el suicidio como opción o ya lo han intentado, algunas tienen diagnósticos psiquiátricos y muchas no han recibido atención alguna (ni profesional, ni de su entorno cercano). Algo que es transversal en los/as usuarios/as con comportamiento suicida, es la sensación de profunda soledad, y de ser una carga para los demás.
Cito algunos testimonios de usuarios:
“Me duele un montón el hecho de que mis papás crean que, con comida, ropa, una casa, cosas materiales yo soy feliz”. Chica, 17 años.
“…y a mi madre, pero siento que si le cuento sobre esto ella sufrirá mucho, me ha contado que los nervios y el estrés la están matando últimamente”. Chica, 12 años.
“Lo que pasa es que maduré muy rápido, hacía todas mis cosas sola. Entonces, me guardo todas mis cosas, como que me acostumbré a que no recibiese atención, y cuando me preguntan cosas, no me gusta decirles”. Chica, 13 años.
Sobre todo, en la infancia y adolescencia (y también en la edad adulta), los humanos necesitamos sentirnos escuchados y contenidos para tener un buen desarrollo emocional y ser capaces de autorregularnos, enfrentar los conflictos de manera adecuada y tener una autoestima saludable. Pero los adultos de hoy no estamos siendo capaces de escuchar y contener apropiadamente (posiblemente porque muchos tampoco fuimos contenidos en etapas importantes). Menos estamos pudiendo enseñar a los más jóvenes a hacerlo. Y esto está teniendo consecuencias catastróficas en la salud mental.
Nuestro cerebro simplemente no está preparado para vivir a esta velocidad y con la inmensa cantidad de información a los que estamos expuestos a diario. No estamos logrando filtrar y enfocarnos en lo realmente importante.
Y no es suficiente abordar esta crisis solamente desde la óptica paliativa de la salud.
¿Qué podemos hacer entonces?
Existe evidencia de que el apoyo social es un factor preventivo de la depresión y alivia los síntomas depresivos (Cruwys et al., 2013), y de que además influye positivamente en la salud física (Uchino, 2009). Neurobiológicamente hablando, esto se explica porque la confianza interpersonal y la empatía están relacionadas con la producción del neurotransmisor y hormona Oxitocina (Zak, 2005; Barraza & Zak, 2013). La Oxitocina puede reducir los niveles de cortisol, una de las hormonas asociadas a la respuesta de stress y depresión (McQuaid et al, 2014).
Sin embargo, poco se ha hecho para potenciar la confianza interpersonal como factor protector y potenciador del bienestar de las personas.
Lo que quiero plantear es la necesidad de ampliar el abordaje de esta crisis más allá de los límites del ámbito profesional: Porque hay mucho que podemos hacer quienes no somos profesionales de la salud mental. Esto tiene que ver con nuestra capacidad de crear relaciones de Confianza con quienes nos rodean.
Tenemos que entrenar nuestras habilidades parentales y relacionales, asumiendo una responsabilidad personal sobre el bienestar de nosotros mismos y de nuestros cercanos, en especial de los niños y jóvenes.
Para ello podemos hacer pequeños cambios cotidianos que vayan gradualmente fortaleciendo esa confianza. Que permitan que nuestros cercanos sientan que hay un espacio seguro en nosotros para compartir sus problemas.
También podemos permitirnos ser vulnerables al compartir honestamente lo que nos pasa con quien sepamos que puede recibirnos con empatía, y pedir ayuda para dar el ejemplo de que todos pasamos por momentos malos.
Podemos cuestionar y desterrar la creencia de que tenemos que poder con todo y mirar alrededor; siempre hay alguien que nos puede dar una mano. Y alguien podría recibir una mano nuestra.
Podemos darnos tiempo para preguntar y escuchar abiertamente, sin juzgar o desacreditar los sentimientos de la otra persona. Deja de pensar que si dice que está mal es porque quiere llamar la atención y cederle espacio a la compasión.
También podemos felicitar y celebrar con nuestras personas cercanas cuando las cosas van bien y alegrarnos por sus logros.
Todo esto, por supuesto, nace de una transformación individual: necesitamos primero aprender a detenernos, a mirar qué nos está pasando. A aceptar y conectarnos con nuestras propias emociones (especialmente con las poco placenteras, de las que huimos constantemente) y desde ahí poder sentarnos con el dolor y el amor de un otro.
Aún si tenemos poco tiempo, siempre podemos dejar el celular de lado unos minutos y estar realmente presentes. Algo tan simple puede hacer una gran diferencia.