COVID-19: Un asunto de mujeres

El virus  afecta a los seres humanos de distintas maneras. Según las Naciones Unidas, estas diferencias deberían reflejarse también en las políticas

Chica con máscara

Las mujeres están desproporcionadamente más expuestas al virus: por ejemplo, las vidas de las trabajadoras de la salud se ponen en riesgo con equipos de protección inadecuados diseñados inicialmente para los hombres – adaptado de un material original de: https://www.vperemen.com/, licencia: CC BY-SA 4.0

Por Federica Bertacchini – Durante los largos días de confinamiento y ansiedad que se están viviendo a nivel mundial, también se están llevando a cabo, frenéticamente, investigaciones que muestran que, estadísticamente, los hombres enferman en mayor medida y mueren más que las mujeres, si llegan a contraer la tristemente célebre COVID-19. Al parecer, su propensión a fumar, su estilo de vida por lo general menos saludable y las diferencias de la respuesta inmunitaria según el género parece causar tal disparidad.

Sin embargo, ¿podemos realmente afirmar que la pandemia afecta más a los hombres que a las mujeres?

Según el informe de la ONU sobre el impacto de la COVID-19 en las mujeres, la pandemia no es neutra respecto al género. Por el contrario, la pandemia intensifica las desigualdades preexistentes e incluso pone en peligro los escasos logros obtenidos a escala mundial en igualdad de género durante las últimas décadas.

Según la última previsión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), se espera que la incertidumbre económica originada por la COVID-19 le cueste 2 billones de dólares estadounidenses a la economía mundial en 2020, de los cuales 220 mil millones de dólares a los países en desarrollo. Los informes realizados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estiman que las medidas de confinamiento, parcial o total, implementadas por todo el mundo han afectado a 2700 millones de trabajadores, lo que corresponde al 81% de la masa laboral. Las empresas se enfrentan a pérdidas catastróficas y deben reducir sus operaciones, los mercados y las cadenas de abastecimiento se han interrumpido, millones de personas ya han perdido su trabajo y más millones perderán su sustento en los próximos meses. La pérdida de actividades que generan ingresos afecta especialmente a aquellos colectivos vulnerables y trabajadores desprotegidos que se desempeñan en la economía informal.

Un asunto de mujeres

¿Y saben una cosa? En el mundo, 740 millones de mujeres trabajan en la economía informal. El 70% de ellas producen en las economías en desarrollo. Estas mujeres se ganan el sustento trabajando en espacios públicos y en interacción social; justamente los sectores que han sido restringidos para contener el contagio del virus.

Ya que las mujeres son más propensas a trabajar en condiciones de empleo poco claras, generalmente no cuentan con protección social básica, como seguro médico, bajas por enfermedad o maternidad, jubilación o prestaciones por desempleo. Durante la actual crisis, estas mujeres también se ven excluidas de la respuesta financiera que los gobiernos establecieron desde el comienzo de las medidas de confinamiento. Los sectores que se vieron afectados inmediatamente por los despidos en todas partes son aquellos donde las mujeres son mayoría, tales como la industria textil, el sector minorista, la hostelería y el turismo.

Siendo las mujeres quienes se hacen cargo de las necesidades del hogar, de los niños no escolarizados, de los miembros de la familia enfermos y ancianos, las mujeres se ven afectadas con mayor probabilidad y de forma desproporcionada por recortes de personal y despidos.

Las mujeres representan menos del 40% del total de la masa laboral mundial y el 57% de los trabajadores a tiempo parcial. Antes de la pandemia, las mujeres desempeñaban tres veces más cuidados no remunerados y domésticos que los hombres. De hecho, la media de tiempo empleado por las mujeres en estas tareas era de 4,1 horas/día, frente a 1,7 horas empleadas por los hombres. Este gran desequilibrio ahora cobra un coste aún mayor a las mujeres. Mientras aumentan sus cargas y algunas puedan verse obligadas a abandonar el mercado laboral, su esfuerzo invisible y no remunerado permanece ausente de los cómputos para la respuesta económica.

Women at work

 

La pandemia también afecta de manera negativa a niñas y ancianas. Mientras las epidemias previas nos han demostrado que las adolescentes sufren un riesgo especial de abandonar la escuela y no volver más con una incidencia más allá de la crisis, las ancianas deben subsistir sus últimos años de vida con jubilaciones más bajas, si es que tienen pensión, y por tanto su acceso a cuidados es difícil, en caso de resultar infectadas. Desde que comenzó la pandemia, se han desviado la atención y los recursos en la prestación de servicios que resultan primordiales para las niñas y las mujeres, tales como los servicios de salud sexual y reproductiva, incluidos los servicios de salud materna y todos los servicios relacionados con la desigualdad y violencia de género. El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) estima que, si estos servicios se ven afectados por la interrupción de un confinamiento prolongado durante seis meses, 47 millones de mujeres en 114 países de ingresos bajos y moderados, no podrán acceder a métodos anticonceptivos modernos, lo que puede resultar en hasta 7 millones de embarazos no deseados. Además, teniendo en cuenta las demoras significativas en los programas para acabar con la mutilación genital femenina, no será posible prevenir acaso dos millones de posibles infracciones de este tipo que podrían perpetrarse durante la próxima década.

La bomba de relojería de tensión económica y social ocasionada por la COVID-19, así como la restricción de movimientos han aumentado drásticamente el número de abusos en casi todos los países.

 

Según denunció un grupo de mujeres dirigentes en un llamamiento al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para abordar la crisis provocada por la COVID-19, muchas mujeres, pero también niñas y niños en confinamiento, están expuestas a la violencia en el lugar donde deberían estar más seguras: sus hogares. La problemática adquiere una nueva complejidad al usarse la exposición a la COVID-19 como una forma de amenaza. Los abusadores aprovechan la imposibilidad de las mujeres de buscar ayuda o escapar de la violencia. A menudo las mujeres en riesgo se ven abandonadas en la calle sin un lugar a donde ir. Todos los servicios de ayuda se encuentran en dificultades, no solo los sanitarios. Los sistemas judicial y policial tuvieron que cambiar sus prioridades y no pueden brindar asistencia. Incluso las asociaciones civiles se ven en apuros debido a las restricciones impuestas por el confinamiento y por la falta de recursos. Los refugios que solían dar cobijo a las mujeres víctimas de abuso tuvieron que denegar nuevas admisiones o se han usado como centros sanitarios. Mientras tanto, se ha señalado un aumento en los casos de violencia doméstica en varios países, como Singapur (33% más desde el inicio del confinamiento), Chipre (30% más), Francia (30% más) y Argentina (25% más).

La solución se encuentra en la elaboración de políticas

Mientras el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se queda en silencio ya que sus miembros, por diferentes motivos, no pueden alcanzar un acuerdo sobre la resolución del llamamiento realizado por el Secretario General de las Naciones Unidas de un alto el fuego mundial, durante la pandemia el Secretario General enumeró en el Informe de la ONU sobre el Impacto de la COVID-19 en las mujeres una serie de medidas prioritarias a considerar por los estados miembro a la hora de abordar la violencia contra la mujer «fuera del campo de batalla y dentro de sus hogares». ONU Mujeres, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ACNUDH), el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), el Grupo de Trabajo sobre la discriminación contra las mujeres y niñas, y el Comité Permanente entre organismos de las Naciones Unidas también emitieron recomendaciones especializadas para los gobiernos y otros actores importantes para prevenir y responder a lo que ya se define como una pandemia en la sombra. En particular, el ACNUDH ha resaltado la importancia de abordar las necesidades de las mujeres que consumen drogas, a la vez que el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (ONU DAES) ha publicado un informe sobre mujeres y niñas que viven con discapacidad.

Para asegurar que la recuperación de la recesión económica causada por la COVID-19 no cause un efecto negativo desproporcionado en las mujeres ni un retroceso en los avances alcanzados hasta el momento en el Objetivo de Desarrollo Sostenible nº 5 sobre igualdad de género, las Naciones Unidas identificaron tres prioridades intersectoriales.

  • Las mujeres deben estar equitativamente representadas en todos los planes de respuesta y toma de decisiones sobre la COVID-19. Tanto las mujeres como las organizaciones conformadas por ellas deben estar en el centro de todos los debates relacionados con la pandemia para aumentar la efectividad de las políticas, indistintamente del género. Las mujeres ya se están dejando oír a este respecto, por ejemplo en Italia.
  • La economía del cuidado, remunerada o no remunerada, es clave para impulsar un cambio transformador por la igualdad. Los empleos en cuidados, con inclusión, pero no limitados a aquellos en el sector salud, deberían recibir una remuneración adecuada, en consonancia con el papel que representan en la sociedad. El trabajo de cuidado no remunerado que realizan las mujeres en sus hogares y en la economía informal debería visibilizarse y ser reconocido como fundamental para la economía, además de recibir apoyo a través de subvenciones, inversiones, fondos y capacitación.
  • Es necesario enfocar a las mujeres y las niñas de forma específica en todos los esfuerzos por abordar el impacto socioeconómico de la COVID-19. Los programas de estímulo fiscal y asistencia social deben diseñarse con y por mujeres, al igual que hombres, como única manera de alcanzar una mayor equidad, una protección social más equilibrada y más oportunidades para todos.

 

En el periodo posterior a la crisis financiera mundial de 2008, se priorizaron las subvenciones a programas de gran infraestructura que empleaban principalmente a hombres, así como a empresas grandes o medianas, dirigidas también principalmente por hombres. En cambio, se redujeron los empleos en educación, enfermería y servicios públicos, sectores con mayor presencia femenina. No deben repetirse ahora los mismos errores, cuando la investigación y las pruebas nos sugieren actuar de otra forma. El apoyo financiero del sector privado y el acceso al crédito debe disponerse de manera equitativa para hombres y para mujeres, y se debería incentivar y apoyar a las pequeñas y medianas empresas, donde las mujeres emprendedoras están relativamente mejor representadas.

 

Nos encontramos frente a la coyuntura de convertir esta situación adversa en una oportunidad de implementar cambios sistémicos, que podrían no solo evitar que las mujeres sufran las consecuencias de la crisis en el futuro, sino también establecer una sociedad más resiliente en general, capaz de recuperarse rápidamente, y mejor posicionada para alcanzar el cumplimiento de la Agenda 2030.

Más información sobre el tema

Enlaces de algunos seminarios o conversaciones en línea interesantes que debaten el efecto de la COVID-19 en las mujeres, así como medidas políticas, y que han inspirado este artículo:

  • The GreyTalk, by Greycells: “Wake up and smell the coffee! The Covid-19 is not gender neutral!” (28 de abril de 2020), con la participación de Simonetta Zarrilli, Jefa del Programa de Comercio, Género y Desarrollo en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y Gabriele Köhler, investigadora titular asociada, Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social y miembro directivo de Women Engage for a Common Future (WECF).
  • El webinario “Women and COVID-19: the Gendered impact of the crisis”organizado por la iniciativa “Right On” (29 de abril de 2020), con participación de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet; el Director Regional para Asia y Pacífico de ONU Mujeres, Mohammad Naciri; la Relatora Especial de la ONU sobre la violencia contra la mujer, Dubravka Simonovic; la Representante Permanente de México ante la sede de la ONU en Ginebra, Socorro Flores Liena; y la Directora del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Ginebra, Monica Ferro.
  • La última sesión informativa del ECOSOC: “Joining Forces: Effective Policy Solutions for Covid-19 Response” (11 de mayo de 2020). La sesión fue organizada como mesa redonda con breves intervenciones de los directivos de entidades de la ONU, que respondían a preguntas de los Estados miembros. La Vicesecretaria General Amina Mohammed y los directores de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), OIT, UNCTAD, la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico de la ONU (ESCAP), la Alta Comisionada para los Derechos Humanos y el Secretario General Adjunto para Asuntos Económicos y Sociales acompañaron al Director de la OMS. El Secretario General Adjunto de ONU DAES pronunció los comentarios finales a este encuentro en línea que, como dato interesante, estuvo moderado por la Directora General de Plan International, una ONG internacional que representaba la sociedad civil durante el debate.
  • Un seminario en línea que cuenta con la perspectiva de activistas, organizado por Rotary Peace Fellowship Alumni Association: Protecting the Vulnerable During COVID 19 (23 de abril de 2020). Los socios de Rotary por la paz, que trabajan en el sector, mantuvieron activo el debate: Regina Mutiru, Kanika Chakraborty, ElsaMarie D’Silva, Will McInerney y Kathy Doherty.