Adicciones y género

Las representaciones de género son un factor determinante de la mayor vulnerabilidad de las mujeres frente a las adicciones

Estereotipos de género

Para la sociedad, las mujeres que consumen drogas no son «verdaderas mujeres», sino mujeres degradadas en el sentido real de la palabra, tanto de su estatus femenino como de la percepción remitida por dicho estatus maternal y protector – Foto de Delia Giandeini en Unsplash

A excepción de los trastornos alimentarios, la balanza se inclina de manera más clara hacia el lado de los hombres en cuanto a la prevalencia de las conductas adictivas.

No obstante, las investigaciones muestran que si bien es mucho menor la cantidad de mujeres que consumen alcohol u otras drogas o que tienen una adicción excesiva al juego, estas tienen en cambio un mayor riesgo que los hombres de entrar en usos problemáticos, de ser dependientes e incluso de sufrir otros problemas graves ligados al consumo.

Esta situación podría estar relacionada con la presencia de trastornos del estado de ánimo y de diagnósticos de ansiedad y de depresión previos a la dependencia de las mujeres, mientras que los hombres desarrollan este tipo de problemas a raíz del consumo de sustancias. Como señala Grégory Lambrette, psicólogo y psicoterapeuta:

Sin embargo, existe un elemento que desempeña una función primordial en la mayor parte de la vulnerabilidad de las mujeres que abusan de sustancias y que contribuye a fortalecer su estigmatización: las representaciones de género. Como todas las conductas humanas, las adictivas están influenciadas por estas representaciones de género. ¿Pero, qué es exactamente «el género»? De hecho, se trata de un concepto que permite distinguir lo que corresponde a la naturaleza (el sexo biológico), y lo que depende de la cultura, de la identidad sexual o sexuada.

La mujer «que vela por el cuidado»

Estas representaciones (o estereotipos) de género asignan a las personas, desde su nacimiento, un cierto número de funciones, de tareas y de competencias diversas en función del género masculino o femenino. Esta asignación (se puede decir también, etiquetado) abarca el conjunto de conductas culturales percibidas como apropiadas para los individuos del sexo masculino o femenino y alimenta las previsiones, las elecciones, las creencias y las preferencias que acompañan a la persona a lo largo de su vida. Desde luego, el lugar que ocupa la transgresión y la toma de riesgo (dos aspectos fundamentales de las conductas adictivas) forma parte totalmente de este etiquetado social.

Aquellas mujeres que hacen uso de las drogas o que beben «demasiado» son vistas a menudo como malas madres, malas esposas e incompetentes. Para la sociedad, las mujeres que consumen drogas no son «verdaderas mujeres», sino mujeres perdidas en el sentido real de la palabra – pérdida de su condición de mujer y de su rol maternal y protector

Representaciones y expectativas sociales

Fisiológicamente hablando, los hombres y las mujeres no son iguales ante el abuso de sustancias. Por ejemplo, los estudios muestran que para una misma ingesta de alcohol, en individuos de igual edad y peso, el nivel de alcohol en sangre será mayor en el caso de las mujeres. Sin embargo, no se les considera por igual en materia de representación y expectativas sociales: a pesar de que los hombres consumen con mayor frecuencia más sustancias que las mujeres, la percepción de un consumo excesivo es en cambio para ellas, las mujeres.

Hombres y mujeres no son iguales en materia de representación y expectativas sociales: a pesar de que los hombres consumen mas sustancias y con mayor frecuencia que las mujeres, la percepción de un consumo excesivo es mas frecuente en las mujeres.

En otras palabras, cuando hablamos de adicciones, existe una mayor tolerancia social para los hombres que para las mujeres y se percibe una diferencia en el trato en todos los niveles de la sociedad. Como señala la revista en línea Pitchfork, algunos medios de comunicación tenían por ejemplo la costumbre de presentar a personalidades como Kurt Cobain como un genio torturado, mientras que se enzarzaban públicamente con la figura de Amy Winehouse calificándola «de alcohólica degenerada», cuando ambos artistas tenían una estrecha relación con problemas similares de adicción. El doble rasero.

Representaciones interiorizadas

Las mujeres que hacen frente a las adicciones, a su vez, mantienen estas representaciones de género y, cuantas más dificultades atraviesan, más se consideran ellas mismas como «mujeres de mala vida», desarrollan sentimientos de culpabilidad y de vergüenza y se esfuerzan por ocultar su consumo. Finalmente, cabe destacar que los profesionales sanitarios no están tampoco inmunizados contra estas representaciones de género. A menos que hayan recibido una formación específica, muchos de ellos pueden, por ejemplo, tener dificultad a la hora de abordar preguntas sobre el uso de sustancias de cara a una paciente sin que ello suponga un juicio moral. Y, a menudo, les resulta más difícil aceptar una conducta excesiva cuando viene de una mujer.

Todos los profesionales de la salud deben poder hacerse cargo de las mujeres que presenten conductas adictivas, por lo que todos ellos deberían recibir un curso de formación en materia de las representaciones de género, para poder reconocerlas y abordarlas como es debido.

Del mismo modo, los profesionales de las adicciones, a pesar de haber tenido una formación, pueden verse en situaciones complejas que les puedan crear dificultad, es por ello que nunca deben titubear a la hora de dialogar con otras asociaciones o instituciones asociadas, en su objetivo de poner en marcha las acciones específicas de acompañamiento en beneficio de las mujeres cuyas experiencias de vida pueden ser muy traumáticas.