Apoyar a las personas también significa acompañarlas, durante el tiempo que sea necesario, cuando no estén preparadas para abandonar el consumo de sustancias

Los programas de reducción de daños apuntan a minimizar las consecuencias adversas que pueden tener el consumo de sustancias legales o ilegales para la salud de las personas y para la sociedad – Foto de charlesdeluvio en Unsplash
Adicciones y tipos de uso
La adicción se refiere a la incapacidad de controlar una práctica destinada a proporcionar placer o a suprimir una sensación de malestar, y de abandonar esta práctica a pesar de sus consecuencias negativas, a veces considerables. Esta definición se aplica no sólo al consumo patológico de alcohol y otras drogas, sino también a determinados comportamientos adictivos sin sustancias, como la ludopatía.
Sin embargo, este tipo de dependencia patológica no refleja la diversidad de experiencias de consumo de sustancias. Independientemente de la sustancia o de si es legal o ilegal, algunos tipos de consumo conllevan poco riesgo y no conducen a la dependencia: por ejemplo, todos conocemos a personas que beben alcohol con moderación y socialmente. Otros consumos no sólo son altamente adictivos, sino también especialmente peligrosos para la salud, aunque sean habituales y ordinarios: fumar es el ejemplo más obvio.
La mayoría de las personas consumen drogas de forma controlada o limitada en el tiempo, sin poner en peligro su salud, sus relaciones sociales o su trabajo.
A otras les resulta cada vez más difícil controlar su consumo de drogas, lo que repercute negativamente en su salud y en su vida cotidiana. Es a estas personas con consumos o prácticas problemáticas a las que van dirigidos los servicios de adicciones.
Consumo problemático y riesgos asociados
El consumo problemático de sustancias suele ir asociado a problemas de salud mental como ansiedad, depresión y trastorno de estrés postraumático, así como a dificultades económicas, sociales y/o legales. Estas dificultades no son necesariamente consecuencia del consumo de drogas, e incluso pueden ser la causa. Sin embargo, a menudo se tiende a considerar el consumo de drogas como la causa de todos estos problemas.
Este análisis erróneo, combinado con los numerosos prejuicios contra los consumidores de drogas, puede contribuir a la aplicación de estrategias de atención inadecuadas, e incluso empeorar la situación de las personas.
Es importante recordar que las personas que consumen sustancias problemáticas, o que viven con una adicción, son ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho y no personas débiles, inmorales y acríticas.
Imponer, como aún se hace en algunos países, procedimientos de internamiento forzoso, desintoxicación obligatoria o tratamientos médicos sin consentimiento no sólo es ineficaz, sino que constituye una violación de los derechos humanos.
El enfoque de reducción de daños
El enfoque de reducción de daños se basa en la reducción de las consecuencias negativas asociadas al consumo de sustancias más que en la eliminación del comportamiento de consumo. Su objetivo es tanto ayudar a los consumidores de drogas a recuperar una calidad de vida satisfactoria como proteger a la comunidad en su conjunto.
El enfoque de la reducción de daños es a la vez humanista y pragmático. Humanista porque se basa en las necesidades y expectativas de las personas. Pragmático, porque se basa también en sus capacidades y aptitudes. El enfoque de reducción de daños se basa en los siguientes principios:
- La tolerancia frente a comportamientos estigmatizados o percibidos como negativos,
- El realismo de las intervenciones en función de las expectativas de las personas,
- La relación coste/beneficio de las intervenciones,
- La reducción gradual de los daños hasta lograr la abstinencia de la sustancia (objetivo no necesariamente alcanzable),
- El apoyo a los/as beneficiarios/as en sus esfuerzos de integración, autonomización o defensa de sus derechos
- El establecimiento de una relación de confianza con las personas beneficiarias y la posibilidad de encontrarlas en su propio entorno
- Una oferta asistencial adaptada al estado físico y psicológico de las personas y el hecho de tener exigencias limitadas en términos de integración en el proceso asistencial (enfoque de bajo umbral)
El enfoque de reducción de daños ha demostrado ser especialmente eficaz para:
- Prevenir las infecciones por transmisión sexual e intravenosa (ITS)
- Mejorar la salud y las condiciones de vida de las personas
- Reducir la delincuencia asociada y sus consecuencias
El enfoque de reducción de daños permite establecer una relación de confianza con los usuarios que se resisten al tratamiento.
Según los países, las prácticas de reducción de daños pueden incluir:
- la prescripción de opiáceos (heroína, morfina)
- Suministro de material de consumo (jeringas, ampollas de agua, etc.)
- Tratamientos de sustitución para la dependencia de opiáceos
- Sensibilización sobre métodos de consumo más seguros
- Derivación de personas a servicios sociales o sanitarios
- Trabajo de proximidad, etc.