Declaración de Dianova International ante CSW66

Es urgente abordar adecuadamente el impacto del cambio climático y las catástrofes medioambientales en la salud mental de las personas, especialmente de las mujeres

CSW66

Las investigaciones demuestran que el cambio climático y otros trastornos pueden perjudicar la salud mental de las personas, especialmente de las más vulnerables, provocando un aumento de la depresión y del trastorno de estrés postraumático – Imagen: Naciones Unidas

El cambio climático tiene consecuencias en numerosas áreas: la economía, el hábitat humano, los movimientos migratorios, el medio ambiente, los ecosistemas, etc. Sin embargo, su impacto en la salud, y en particular en la salud mental, aún no se tiene suficientemente en cuenta. Dianova International solicita que las medidas necesarias para proteger y empoderar a las mujeres y las niñas, especialmente las más vulnerables, sean priorizadas y adoptadas de forma inmediata.

El cambio climático representa una amenaza cada vez mayor para la humanidad, en especial en lo que concierne a sus efectos sobre la salud y, aún más específicamente, sobre la salud mental. Si bien los vínculos entre el cambio climático y salud mental son particularmente complejos, las investigaciones realizadas sugieren que los eventos climáticos extremos pueden agravar el riesgo de enfermedades mentales. En la práctica diaria, los profesionales de la salud mental reconocen cada vez con mayor frecuencia la “ecoansiedad” o “ansiedad climática”, fruto de la relación entre la preocupación medioambiental y los trastornos psicológicos (Mental health and climate change: tackling invisible injustice, The Lancet Planetary Health, abril 2020). No obstante, a pesar de que la Organización de las Naciones Unidas incluye la salud mental entre sus indicadores para analizar el impacto del cambio climático desde hace tiempo (Cambio climático y salud humana: riesgos y respuestas: Resumen, Organización Mundial de la Salud, 2003), las estadísticas oficiales sobre el número de personas afectadas continúan siendo escasas.

Lo anterior también es una muestra de que los sistemas sanitarios de los países no están del todo equipados para hacer frente a los problemas de salud mental de la población y, especialmente, aquellos vinculados al cambio climático. La razón principal es la falta de inversión crónica, como señaló António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental 2021 (Make mental healthcare for all a reality, urges Guterres”, UN News, 9 de octubre de 2021), con los gobiernos de los Estados miembros gastando apenas un 2 por ciento de sus presupuestos de salud en salud mental. Esto explica igualmente que, en los países de ingresos bajos y medios, más del 75 por ciento de las personas con problemas de salud mental no reciba ningún tratamiento. Sin duda, una mayor inversión pública en políticas de salud mental contribuiría a mejorar el bienestar general de la población con beneficios para todos.

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Durante las reuniones inaugurales de la Asamblea General de la ONU (1946), se creó la subcomisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer en el marco de la Comisión de Derechos Humanos; más tarde, ese mismo año, se convirtió en una Comisión de pleno derecho dedicada a garantizar la igualdad de la mujer y promover sus derechos – Foto: UN Women, via Flickr

Al igual que ocurre al comparar entre países, el impacto del cambio climático en la salud de las personas se muestra desigual. La vulnerabilidad de una población depende de múltiples factores, como la densidad demográfica, el grado de desarrollo económico, el nivel de ingresos y el contexto social, económico, político y cultural. También son determinantes la edad, la clase, la raza, la sexualidad y el género, entre otras categorías. Del análisis de 130 estudios realizado por Global Gender and Climate Alliance en 2016 en diferentes países, un 68% de ellos coincidió en que las mujeres y las niñas se vieron más afectadas por los impactos en la salud asociados con el cambio climático que los hombres y niños. Sin duda, el estado previo de salud, la calidad y la disponibilidad de atención sanitaria y las respuestas al riesgo asociado con los desastres naturales pueden acentuar o mitigar estas vulnerabilidades.

El género de las personas también explica la desigualdad del impacto del cambio climático en la salud mental. Comúnmente, las mujeres son más propensas a desarrollar trastornos mentales como ansiedad, depresión y estrés postraumático después de desastres relacionados con el cambio climático (Gender and Climate Change: A Closer Look at Existing Evidence, Global Gender and Climate Alliance, noviembre 2016). Esto es mayormente preocupante en el caso de las mujeres cuyos ingresos principales de sustento dependen del uso o venta de los recursos naturales, ya que afecta su capacidad para ganarse la vida.

 

Incluso, las mujeres que han sido objeto de violencia antes de un desastre están más expuestas a sufrir una mayor violencia tras una catástrofe, especialmente violencia doméstica y sexual (Género, cambio climático y salud, Organización Mundial de la Salud, 2016). Sin embargo, el miedo, la falta de independencia económica y determinadas barreras culturales impiden en numerosas ocasiones que las mujeres y las niñas hagan uso de los refugios y los establecimientos y servicios de salud, incrementando su vulnerabilidad.

Con frecuencia, la situación anterior se ve agravada por los roles de cuidado que generalmente recaen sobre las mujeres y niñas, afectando de forma negativa su capacidad para adaptarse al cambio climático (Gender and Climate Change: A Closer Look at Existing Evidence, Global Gender and Climate Alliance, noviembre 2016). Además de dificultar la obtención de ingresos y la reconstrucción de sus vidas, las tareas del hogar y del cuidado limitan la participación de las mujeres en actividades sociales y comunitarias y reducen su posibilidad de acceso a los servicios de salud y de asistencia médica. El acceso a estos servicios es aún menor en el caso de las mujeres y las niñas que viven en entornos rurales, quienes a menudo no pueden viajar las largas distancias que las separan del establecimiento de salud más cercano.

Las condiciones medioambientales también son una razón de peso para emigrar, como se desprende de encuestas realizadas internacionalmente (Migración ambiental: un fenómeno complejo, Deutsche Welle, octubre 2013). Numerosos estudios resaltan el impacto desproporcionado de estos desplazamientos migratorios en las mujeres y las niñas, ya que la toma de decisiones sobre los planes de evacuación y adaptación excluye a las mujeres e incrementa la inseguridad que sufren durante y después de un desastre con efectos sobre su salud mental. Paradójicamente, los estudios de casos realizados sobre género y desastres naturales destacan la importancia de contar con las mujeres como agentes de cambio social y actores fundamentales en los programas de respuesta frente a desastres y las iniciativas de alerta temprana.

De lo anterior se puede deducir que la salud mental está estrechamente relacionada con la pobreza, la educación, el acceso a servicios de salud, las desigualdades socioeconómicas y de género, la violencia y otros desafíos globales, como el cambio climático y los desastres medioambientales, entre otros. La ausencia de una buena salud mental impacta en el bienestar general individual de las personas, reduciendo la capacidad de realizar su potencial, y de las comunidades en su conjunto. A pesar de su invisibilidad, el cuidado de la salud mental es fundamental para disfrutar de una vida digna y lograr el desarrollo sostenible.

Por estas razones, Dianova International solicita:

  • Adoptar enfoques centrados en la adaptación y la mitigación de los efectos del cambio climático que promuevan un desarrollo sostenible y equitativo, especialmente entre las poblaciones más vulnerables.
  • Visibilizar la ecoansiedad y otros problemas de salud mental relacionados con el cambio climático, particularmente en los países de ingresos bajos y medios donde la salud mental ocupa un lugar relativamente bajo en las prioridades de la agenda de desarrollo.
  • Considerar la salud mental en las evaluaciones de impacto del cambio climático y en las medidas de mitigación de los efectos de los desastres medioambientales, junto a otros enfoques socioeconómicos y medioambientales.
  • Integrar las cuestiones de cambio climático y salud mental en todas las políticas de desarrollo y fortalecer los sistemas de atención de la salud mental, especialmente los servicios de promoción, prevención y tratamiento.
  • Diseñar las políticas, programas y evaluaciones de impacto del cambio climático y las medidas de mitigación con perspectiva de género, sabiendo que las normas, las funciones y las relaciones que se asignan las personas pueden posibilitar o restringir la capacidad de adaptación.
  • Prestar servicios de atención de la salud mental que sean asequibles y accesibles y lleguen a las poblaciones más vulnerables, dotándolos de los recursos necesarios a nivel local, nacional e internacional.
  • Ampliar la capacidad de decisión y actuación de las mujeres para que desarrollen su resiliencia frente a los impactos del cambio climático e incluirlas en la gestión de catástrofes, especialmente en entornos de mayor vulnerabilidad.
  • Alinear los objetivos de los compromisos mundiales, como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el Acuerdo de París, el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y el Plan de acción integral de la OMS sobre salud mental 2013-2030, entre otros, para avanzar simultáneamente en la acción climática, la salud mental, la igualdad de género y el empoderamiento de mujeres y niñas, especialmente las más vulnerables.
  • Reconocer el potencial de las organizaciones de la sociedad civil como socios en el proceso de desarrollo sostenible e incluir su experiencia y voz en la formulación e implementación de acuerdos y políticas a todos los niveles.