Declaración ante la 64ª sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer

Declaración de Dianova al CSW64

Un póster de la campaña ‘Empoderamiento humano’ dedicada a poner de manifiesto cómo se entrelazan las adicciones y el género

Durante las últimas décadas, los trastornos relacionados con el consumo de alcohol y drogas se han extendido alarmantemente y ninguna nación permanece inmune a sus considerables costes humanos y económicos. Aunque las tasas de trastornos por consumo de sustancias parecen ser más elevadas para los hombres que para las mujeres, las consecuencias físicas y mentales pueden ser más perjudiciales para ellas.

Los prejuicios y el estigma social asociados con las mujeres que consumen drogas retrasan el proceso de acceso al tratamiento. Por un lado, las mujeres son señaladas por ser consumidoras de drogas o tener un problema de adicción y, por otro lado, por no cumplir con los roles de género que se espera de ellas (doble estigma). Cuando las mujeres intentan enfrentar tales situaciones, el estigma las afecta en mayor medida. Los programas de tratamiento de adicciones generalmente se basan en una perspectiva androcéntrica que no satisface las necesidades de todos y genera obstáculos para el tratamiento. Por esta razón, según lo declarado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, las mujeres solo representan una de cada cinco personas en tratamiento por consumo de drogas.

Cuando se trata del uso de sustancias y las adicciones, las mujeres enfrentan problemas únicos que están determinados principalmente por el sexo (diferencias basadas en la biología) y el género (diferencias basadas en los roles definidos culturalmente para hombres y mujeres). Entre otros aspectos, los estudios de investigación sobre el uso de sustancias y los trastornos de adicción en mujeres han encontrado que (fuente: Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas):

  • La mayoría de las mujeres consumen sustancias de manera diferente a los hombres, por ejemplo, consumen menores cantidades de ciertas sustancias y por un período de tiempo más corto antes de desarrollar un trastorno por consumo de sustancias o adicción.
  • Las mujeres que asisten a programas de tratamiento pueden experimentar una mayor sensación de incomodidad y falta de motivación porque sus necesidades no se tienen en cuenta, ya que la perspectiva de género no siempre está presente en los servicios de tratamiento. Además, las mujeres tienen más probabilidades de recaer después de finalizar del tratamiento debido a la falta de apoyo social y problemas financieros.
  • Es más probable que las mujeres necesiten servicios de emergencia sanitaria o mueran a causa de una sobredosis u otras consecuencias relacionadas con sustancias debido a la invisibilización del uso problemático de drogas: los trastornos en las mujeres se detectan mucho después del inicio en el uso de drogas y también el período de tratamiento puede ser más largo.
  • Las mujeres que son víctimas de violencia de género tienen un mayor riesgo de consumo de sustancias.
  • El divorcio, la pérdida de la custodia de los hijos o la muerte de una pareja o hijo pueden desencadenar el consumo de sustancias u otros trastornos de salud mental en las mujeres, debido a la socialización de género y las expectativas sociales de que las mujeres deben estar a cargo del cuidado de las personas.

Las mujeres también sufren desproporcionadamente el impacto de las políticas represivas de drogas. La tasa de encarcelamiento de mujeres por delitos de drogas no violentos en Europa, Asia y América es especialmente alta. Con frecuencia, estas mujeres se encuentran en situaciones de extrema pobreza, tienen bajos niveles de educación formal y perspectivas limitadas en la economía lícita, encontrándose casos particulares en los que las mujeres de comunidades étnicas minoritarias son obligadas a participar en el mercado ilícito de drogas.

En Eurasia, varias organizaciones no gubernamentales han documentado la brutalidad policial reiterada y el abuso sexual contra las mujeres que consumen drogas. Para abordar los impactos desproporcionados de las políticas represivas de fiscalización de drogas en las mujeres y asegurar el logro del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 5, es esencial incorporar una perspectiva de género en los programas de tratamiento y prevención de los trastornos de uso de sustancias y desarrollar políticas alternativas basadas en la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer.

 

El tratamiento para los trastornos por consumo de sustancias para mujeres puede progresar de manera diferente a los dirigidos a los hombres. Dejar de consumir drogas puede ser difícil para cualquier persona con trastornos por consumo de sustancias, pero las mujeres en particular pueden tener miedo de obtener la ayuda que necesitan debido al temor de ser estigmatizadas por comportamientos desviados que les impiden cumplir los roles de esposa, madre y cuidadora de la familia, que tradicionalmente se espera de ellas. Además, las mujeres encuentran barreras estructurales, sociales y personales específicas para el tratamiento durante el embarazo o después del embarazo debido a posibles temores legales o sociales y la falta de cuidado infantil durante el tratamiento. Las mujeres en tratamiento a menudo necesitan apoyo para manejar las cargas de trabajo, el cuidado del hogar, el cuidado de los niños y otras responsabilidades familiares, pero a menudo no reciben este apoyo y tienen que abandonar el tratamiento, no por falta de motivación sino por las fuertes presiones sociales que reciben para cuidar a los demás.

La mayoría de los estudios e investigaciones relacionados con el consumo de sustancias todavía se llevan a cabo con un predominio de participantes masculinos. Además, los estudios de investigación realizados sobre el consumo de sustancias entre las mujeres se centran, principalmente, en los efectos sobre el embarazo, el impacto negativo en sus hijos y las enfermedades infecciosas, una situación que parece ser algo estigmatizante y reduccionista. Sin embargo, investigaciones recientes han señalado diferencias significativas entre hombres y mujeres en cuanto a la epidemiología relacionada con las sustancias, los factores sociales, las respuestas biológicas, la progresión al abuso y la adicción, las consecuencias médicas, los trastornos psiquiátricos concurrentes y los obstáculos para el ingreso, la retención y la finalización del tratamiento.

Llamamiento para una perspectiva de género en los programas

 

Las barreras que las mujeres enfrentan para acceder a los programas de tratamiento de adicciones, el estigma asociado con su condición y su necesidad de modalidades de tratamiento específicas han sido poco reconocidas e insuficientemente financiadas. Existe una necesidad urgente de repensar los programas de tratamiento de adicciones e implementar servicios que aborden de manera efectiva e integral las necesidades específicas de las mujeres con trastornos por consumo de sustancias. Además, creemos que se debe dar la máxima prioridad a la sensibilización de la opinión pública y los profesionales de la salud para que brinden a las mujeres los mismos estándares de tratamiento a los que los hombres tienen derecho.